20 marzo 2015

El lobo

Llegó el lobo y sopló, sopló y la casita derribó, porque era de paja, muy floja, muy débil, poca cosa, además no había nadie, el único habitante había huido a tiempo.

-No hay victoria ante un enemigo tan pequeño, merezco un reto más elevado.

Buscó otra casa y sopló, sopló, sopló y las maderas de las que estaba hecha salieron volando y se perdieron a lo lejos. El único habitante también esta vez había salido corriendo.

Y los tres, dice el cuento, se refugiaron en la casa del hermano mayor, que la había hecho a conciencia con buenos ladrillos, cemento, una puerta de madera maciza, ventanas entalladas en hierro y hasta una chimenea muy alta le había puesto.

-Esto sí es un buen reto -dijo el lobo- está claro quien vencerá.

Y sopló, sopló, sopló, se tomó un respiro y lo intentó de nuevo. Salía humo por la chimenea, se subió al tejado y olía muy bien, casi le dieron ganas de hacer las paces y pedir que para celebrarlo lo invitaran a comer ¿qué mejor forma de formalizar un acuerdo? Pero ¿cual sería el acuerdo?

No lo tenía muy claro: ¿prometer no atacar nunca más? y de pronto se le ocurrió que para qué hacer las paces y quedar realmente como un perdedor. Acababa de dar con la solución, le iba a dar mucho trabajo pero merecería la pena. Buscó tablones gruesos, un gran martillo y muchos clavos largos y fuertes. Pensó incluso en llamar a otros lobos, pero no, el mérito sería solo suyo.

Primero pondría unos cuantos de forma que la puerta no pudiera abrirse desde dentro, como si fuera una gran llave los encerró dentro de su propia casa. Luego subió al tejado y también tapó la chimenea (si había suerte morirían asfixiados) y por último hizo lo mismo con las ventanas.

Se acabó el problema -pensó- y como si ya hubieran muerto, tuvo la osadía de plantar unas flores en la entrada. Luego se fue a echar una buena siesta debajo de un frondoso árbol y se durmió satisfecho.

Pero claro, el cuento no podía terminar así porque ganaría el malo y a mí me gustan más los que acaban bien, esos en que los perdedores, armados de inteligencia, se unen y vencen porque la justicia está de su lado. No la justicia pequeña y pobre sino la que se ha ganado a base de muchos años de sufrir palos, no en la espalda, en el reprimir las buenas ideas, que casi es peor que estar atados de pies y manos.

Entonces, uno de los tres que habían sido acorralados, dijo:

-¡Que ingenuo el lobo! Será muy grande y muy negro, pero es uno solo

Primero comieron que la comida estaba muy rica y, a pesar del miedo que sentían, no se había estropeado.

Luego escucharon, parece que el animal ya se había ido, probablemente estaba muy tranquilo celebrando su victoria. Ah, pero la historia aún no había terminado:

tenían una buena escalera en la casa y madera para encender el fogón, se fijaron en cual de ellos estaba más delgado y ese subió por el tiro de la chimenea con varios troncos, les prendió fuego y bajó corriendo. Al pie de la escalera se quedaron los tres esperando el resultado y sí el fuego prendió en el tablón que tapaba la chimenea y aunque tardó un buen rato en consumirse, dejó un hueco suficiente para que pudieran escapar por ahí.

Ya era de noche, el lobo, muy tranquilo, seguía durmiendo al pie del frondoso árbol. Los habitantes de la casa se fueron corriendo muy deprisa, tal vez nunca volverían al lugar de su nacimiento, pero eran libres y tenían buenas piernas, se sintieron muy contentos.

Se avecinaba una gran tormenta y ¡que casualidad! un rayo cayó justo en el árbol bajo el cual el lobo dormía y....

Que cada cual termine el cuento como más le guste. Mirad al cielo, para mí que esa noche muchas estrellas sonrieron.

Vigo, 17 de marzo de 2015

0 comentarios (+add yours?)

Publicar un comentario