24 mayo 2015

La historia de May Ka

May Ka nació en Tibet, ahora tiene ocho años y siempre vivió en la montaña, cerca de uno de los monasterios más famosos, no solo de su país sino del mundo.

Sus recuerdos son la nieve, los cánticos de los monjes, la nieve, cuidar una cabra, tener mucho frío, la nieve.... también el cielo azul como si estuviera muy cerca, correr con los brazos abiertos persiguiendo al viento y por las noches las estrellas, muchas, muchísimas, que le hablan y le sonríen, amigas de siempre, de siglos enteros que transcurrieron casi sin darse cuenta.

Su familia, junto con otras familias, se dirige a otro país, a un lugar diferente, más llano, algo menos frío. Ella no sabe si eso es bueno o malo, si le gustará o no, pero tampoco tiene ningún poder de decisión, así que ríe, corre y juega con otros niños de otras familias como la suya.

Lleva un gorro muy abrigado color naranja forrado de lana, un abrigo con grandes bolsillos que casi le llega a los pies y botas suaves y cómodas con las que se siente muy a gusto. La vida es sencilla, simple, trabajosa. Para ella, feliz.

Durante el largo trayecto sonríe a pesar de que a veces tiene que cargar a su hermanito porque es demasiado pequeño para caminar tanto. Será, con el tiempo, una fuerte y buena madre que sabrá cantar, preparar comida, ordeñar... pero, sobre todo, tendrá una sonrisa dispuesta que puede hacer falta en cualquier situación.

A su madre le gusta tejer, sabe de preparar la lana y teñirla de bonitos colores y luego hacer prendas muy cálidas. Su padre cría caballos y los vende en algunos mercados de la zona, bastante alejados de su hogar, por lo que pasaba muchos meses lejos de la familia. Ahora muchas cosas cambiarán para ellos.

Y por fin llegan a un hermosísimo valle cubierto de flores amarillas como el sol deslumbrante que lo cubre todo. Es verano y los niños, todos los niños, corren, juegan y se tumban sobre las flores.

Después sus madres los llaman para que ayuden porque hay que montar las tiendas y a ella le toca vigilar que su hermano no vaya lejos porque apenas está aprendiendo a caminar.

Están instalados en las afueras de un pueblo grande donde hay muchas cosas y ellos, los niños, irán a la escuela. Allí también hay templos, algo más pequeños, pero con monjes, inciensos y cantos. Eso no ha cambiado mucho.

Por la noche, cuando todos duermen, sale de la tienda y se tumba en la tierra y allí, como siempre, habla con las estrellas. Les da las gracias porque el largo viaje ya terminó y todos están bien y cómo respuesta siente un calorcito sobre su corazón y una voz amable que le dice que no importa donde esté porque siempre estarán ahí protegiéndola.

La maestra es amable y les enseña las letras que luego se combinan entre sí y forman palabras, luego frases, páginas y libros enteros. También les enseña números y enseguida ha aprendido a hacer cuentas.

Al lado de la tienda donde viven han plantado una huerta, tienen algunos animales y su padre ahora va de guía con algunos alpinistas que quieren subir a una de las montañas mas altas de toda la Tierra. Se lo pagan bien porque conoce todos los senderos que antes subía con los caballos y ahora es él el que va cargado, pero es fuerte y le gusta tener dinero para comprar algunas cosas y que su familia tenga todo lo necesario.

A su madre le compran las prendas de lana que hace, dicen que son muy bonitas, calientes y que tienen algo especial que la gente siente cuando se abriga con ellas.

A veces todos se reúnen para rezar, hacen ofrendas, prenden incienso, giran las ruedas de oraciones y luego bailan, comen y beben. May Ka piensa que le gustaría ser bailarina, cuando sea algo mayor

El tiempo ha pasado muy deprisa, casi sin darse cuenta. Acaba de cumplir once años y ya está lista para ser dada en matrimonio. No sabe muy bien qué significa eso, sus padres son los encargados de buscarle un esposo. Lo que sí sabe es que cuando eso suceda ella tendrá que irse a vivir con la familia de él y que vendrán los hijos y tendrá que amamantarlos y cargarlos hasta que sean capaces de comer por sí mismos y caminar sin ayuda.

Pero un día una anciana llega al pueblo, todos quieren que se aloje en sus casas porque dicen que es una persona sabia y que puede ver el futuro solo con mirar a los ojos. Al final, después de algunas discusiones, se ponen de acuerdo y deciden que la mujer pase unos días en cada casa y así la suerte que ella desprende se repartirá por igual entre todas las familias.

Y cuando llega a su casa, sus padres le preparan un buen sitio al lado del fuego, le sirven té, la rodean de cojines para que esté cómoda y cubren sus rodillas con una manta de lana de muchos colores tejida por su madre, luego se sientan ellos y con toda reverencia guardan silencio y permanecen con las cabezas bajas.

La mujer les da las gracias con una sonrisa, los bendice en nombre de muchos dioses y luego, como si nadie mas estuviera presente, le indica a May Ka que se siente enfrente de ella, la mira a los ojos y empieza a decir muchas cosas: que se casará con un príncipe y toda su vida tendrá mucha fortuna. Se llevará a toda su familia al palacio y allí criará a sus propios hijos. Será la consejera de su esposo en todas las cuestiones del reino porque en su mirada y en su corazón hay polvo de estrellas y ese es el destino que tiene marcado.

Su madre y su padre, de rodillas y con el rostro en el suelo, lloran de emoción porque no saben otra forma mejor de agradecer lo que la anciana está diciendo.

May Ka no entiende muy bien lo que supone todo aquello, desde que unió su mirada a la de la mujer sintió como si hubiese entrado en otro mundo, un lugar maravilloso lleno de fuentes, jardines, palacios. Oye las risas de niños jugando y de algún lugar surgen bellas melodías que la hacen sentir una gran paz. Ve que detrás de la apariencia de la persona que le está hablando, hay una diosa de perfecta Belleza, rodeada de otros seres celestiales y ahora se da cuenta que esa voz, suave y amorosa, es la que ella siempre oye cuando las estrellas le hablan.

Entonces se anima a hablar y dice:

-Creo que lo que me dices es verdad y seguramente ese es mi destino, pero lo que yo quiero es ser como tú: ir de pueblo en pueblo bendiciendo a las personas, anunciándoles su destino y transmitiéndoles la sabiduría de los dioses que brota desde el corazón

-Así será hijita. Todos los grandes deseos se cumplen y así pasará también con los tuyos y para eso disponemos de muchas vidas distintas y visitamos muchos lugares. Eres bendecida por los dioses y nada te será negado, disfruta entonces de todos los regalos que ahora te ofrecen y sé feliz.

Nunca más volvieron a ver a la sabia anciana que al poco tiempo siguió su camino

May Ka fue bailarina durante un tiempo y aunque sus padres tenían ya su boda concertada con un rico comerciante, pasó por allí la comitiva del príncipe y en cuanto sus miradas se cruzaron supieron que eran el uno para el otro. Él la cubrió de corales, perlas y turquesas y le regaló un rubí perfecto que hizo tallar en forma de corazón y se lo entregó cuando le pidió que fuera su esposa

Y, en verdad fueron felices, tuvieron hijos, nietos y biznietos.
Él se fue primero y le prometió que volverían a encontrarse aunque estuvieran  al otro lado del mundo y ella le prometió lo mismo.....

Y así fue, pero eso ya es otra historia.

14 mayo 2015

Tengo una casita

Tengo una casita blanca con tejado rojo y muchas habitaciones, cada una de un color. Son tantas habitaciones como días de la semana.

Una habitación blanca, blanca como la Luna con una cama blanca y en el cabezal pintado el mar de plata cuando la Luna lo mira y asomada a la ventana lo baña todo de luz. Sábanas blancas rematadas de puntillas de finos hilos tejidas. Hilos como pensamientos que convergen. Lámparas con pantallas de papel con dibujos de montañas coronadas de nieve y gaviotas, que vuelan tan alto, que sobrevuelan las nieves. Sobre la mesilla un vaso lleno de leche caliente. Ya viene el sueño, ya viene. El despertar será blanco para que algo nuevo empiece.

Naranjas de invierno, grandes, en un frutero de cristal. Recobraremos la energía para cualquier trabajo poder terminar. Las paredes, anaranjadas, están a medio pintar ¿te apetece?. Tal vez peces en un mar imaginario rojo coral o frutales en un huerto. ¿Qué se te ocurre, que más podrías pintar? Una mesita redonda cubierta con un mantel lleno de flores rojas cortinas haciendo juego muchos cacharros de cobre y cucharas para hacerlos sonar. Junto a la pared, cojines y esteras enrolladas por si en la hora del atardecer te apetece descansar. Un armario muy grande para guardar las penas y así la alegría poder recobrar.

Verde, verde, todo verde. Un invernadero con paredes de cristal y muchas plantas. Tazas de porcelana en una alacena antigua decoradas con hojas infusiones humeantes: vapor de manzanilla menta o eucalipto perfumando el lugar. Cuidar un minúsculo jardín plantar una semilla y esperar que crezca. Prensar hojas y flores entre las páginas de un libro. Podar, regar, sacar esquejes. Colgar ramilletes frescos para que sequen oler todos los aromas que nos envuelven. Sentir que somos una semilla muy pequeña y luego ir creciendo, estirándonos buscando el sol agradeciendo la lluvia bailando en el viento. El verde debería ser nuestro lugar natural.

Azul de cielo y azul profundo de mar. Montañas azules y nubes blancas blancas velas en la mar. Montones de sal, caracolas. Trepar hasta aquella nube lejana hasta la cima de la montaña llegar y poner una bandera: ¡ Hay que encontrar la Paz! Mejor que una cama un sofá muy blandito para descansar. Sedas en muchos tonos azules como olas para navegar. Una ventana redonda. Una esquina con mosaicos y copas azul cobalto de muchas formas distintas. La voluntad de hacer algo. Primero la voluntad y enseguida comenzar. Echar fuera un sonido ¡FUERA! Y encontrar otro con el que poder conectar. Azul profundo, con todo el Universo poder hablar.


Una sala toda rosa para poder jugar. Algodón de azúcar. Paredes acolchadas, suelo mullido y allí tumbados recordar cosas felices. Cintas, telas y lanas, recortables, cientos de peluches, casas de muñecas… y crear, mirando al techo, aquello que no pudimos lograr. Ahora, así, es posible. El calor de un brasero bajo las faldas de una mesa camilla, cortinas con volantes y muchos lazos. Las canciones de la abuela olvidadas hace tiempo una mecedora magnífica, móviles con melodías muy suaves, cajitas de música. Una voz femenina muy agradable que dice: “Te amo, te amo ahora y antes, cuando eras más pequeño y antes, cuando aún estabas en mi seno.”Acurrucarse bajo una suave mantilla dejando que nos venza el sueño.

Como el alba en un día claro. Paredes en malva y el techo blanco. Una habitación vacía solo un biombo ocultando una esquina ¿Qué habrá en el otro lado? Tal vez un espejo muy grande al que enfrentarnos disimulado tras una pared de corcho blanco que deberemos romper con toda la fuerza para poder encontrar nuestro propio reflejo. Una caja muy pequeña donde encerrar un gran dragón o un dragón pequeñito. Una botella vacía para apresar al genio durante mil años dormido pero no muerto. O mejor, darles la libertad, dejarlos volar.

Hilos invisibles sujetan esferas de oro con una distribución perfectamente estudiada pero nosotros podemos cambiarla mientras dejamos que círculos concéntricos salidos de nuestro interior vayan creciendo, creciendo hasta que sea tan fuerte el resplandor que nos oculte y solo seamos luz ¿Seremos capaces de darle a alguien una chispa de esa gran luz? Somos herederos del Sol y nuestro propio sol ha sido puesto al descubierto. Sentados en el suelo, relajados, con la espalda derecha, oyendo una bella melodía ¿Estamos dispuestos a escuchar? Coronas y anillos, capas doradas sacos enteros de monedas y oro en polvo. ¿Qué haremos con tanta riqueza?. Es toda nuestra.Una ventana grande orientada al mediodía hará que coincidan los rayos del Sol con nuestro pequeño sol.

Podría ser una casa encantada podría ser que existiera en cualquier parte podría ser que yo la hubiera creado en este instante y, desde ahora, sirviera para curar todos los males.

01 mayo 2015

Mis cosas

Algo azul o rosa, una planta muy verde, viva, un ramito de olorosos jazmines, mi rayo de sol favorito atrapado en un anillo, la luna grande, redonda, blanca, como mis mejores sueños, el mar con su sonido de vaivén eterno, el aire transparente excepto cuando mueve un remolino por el que me dejo envolver y vuelo ligera. El anaranjado-rojizo en el atardecer porque alguien hizo ruborizar al gran astro que tímido se escondió detrás de las islas....

Y luego, todo empieza o todo acaba y, por fin, me he soltado y he dejado ir. Soy libre, violeta de oscuro a claro, ya casi malva.

¿Qué más puedo pedir?

Dejarme llevar por la sensación del instante, disfrutar de cada brizna de hierba ¡y mira que hay hierba! Está repleto el jardín.

Llega un perrito y saluda, es aún un cachorro, no tiene malicia. Igual que los cachorros humanos: juegan, ríen, investigan los alrededores, tocan todo lo que encuentran. A mí se me quedó el tacto seco y rugoso de la piedra sin pulir o el más agradable de los cantos rodados. Los troncos a los que les ha salido musgo o pequeños líquenes. Las algas vivas flotando y admiro todas las huellas que quedan en la arena y que permanecerán hasta que el agua las alcance.

Y la noche siempre mi asignatura pendiente: no sé diferenciar las constelaciones, las estrellas, no sé sus nombres... solo las siento temblar y distingo algunos de sus colores, pero presiento que me sonríen tal vez burlándose porque apenas alcanzo el conocimiento que quieren transmitirme y sueño bellos paisajes, arquitecturas imposibles, costumbres y oficios increíbles y siempre, siempre, me llegan sonrisas dulces y eso es todo porque aún no es mi tiempo de llegar o de regresar o de tener un encuentro estelar que transformaría mi vida.

Ahora mismo ensoñaciones, anhelos: luces, colores, sonidos nuevos, todo a estrenar, listo para probar e ir creciendo pero aunque queramos nada es totalmente nuevo porque existe en otro lugar, en otro tiempo y nos llama, se hace ver y nos lo podemos traer, disfrutar, entregarlo a más personas, Porque hay cosas que son nuestras, simplemente las dejamos olvidadas en otras dimensiones y ahora es el momento de recuperarlas.

Sí que podemos eso sí que no es un cuento. Les ha pasado a todos los inventores, los científicos, los pioneros, los artistas. Ellos no son algo especial, todos podemos, pero hay que quererlo, desearlo, incluso sufrir por ello. Tratar siempre de ir más allá.

Así que traeros una estrella a casa, un rayo de sol, inventad algo nuevo. Os dejo una receta:

Mezclar a partes iguales un chorrito de ilusión y otro de deseo

El color del atardecer y un rayo de luna llena

Un cuenco grande de polvo de estrellas

El olor que más os guste

El sabor de un beso tierno

La sensación de un abrazo

Mezclar todo despacio y añadir algo especial

vuestro ingrediente secreto

Probad enseguida para ver cómo quedó

El resto guardadlo en el corazón

e ir enviando poco a poco

según creáis que es el momento.

Espero que os sirva y si no haced otra receta vosotros y enviádmela por favor, me gustaría empezar una colección llena de inventos, deseos, sueños.