31 diciembre 2014

Visita del caminante del cielo

El Caminante del cielo, subido en su nube rosada como siempre, me saludó desde la Aurora. Fue una gran sorpresa porque el lugar, la temperatura, todo era muy distinto de cuando lo vi por primera vez.

También, como de costumbre, llevaba mucha prisa y con un pico de su manto se cubría parte del rostro: Cero grados son como para tratar de abrigarse, aunque supongo que eso es una sensación muy humana y ellos, Seres de otras dimensiones, no sufren tanto con los calores y los fríos.

Solo una cariñosa mirada, un esbozo de sonrisa, pero me comunicó un saludo de mis abuelitas y de mis amigas-hermanas del alma. Claro que también tiene una explicación terrenal: ayer estuve buscando viejas fotos y encontré justo la que buscaba: una de mis bisabuelas paternas. Un hallazgo importante porque eso da a mis hijos la posibilidad de poder ver a una de sus tatarabuelas. No sé la fecha exacta de su nacimiento pero tal vez 1860.

Por otro lado, por el lado materno, un primo mío consiguió una gran información de uno de nuestros antepasados y esa si data de 1593 y se sigue bien el rastro hasta nuestros días porque se quedaron por los mismos lugares.

Las raíces supongo que son importantes, saber de dónde se procede, plantarse con firmeza en el presente y saber, más o menos, hacia dónde se quiere ir.

Hoy, 31 de diciembre de 2014 he quedado para tomar un café con una de mis amigas hermanas. Nos conocimos hace muchos años, trabajamos 34 años juntas y no recuerdo que nunca tuviéramos una discusión seria, un enfado.. Ha ido pasando la vida: cumplimos con nuestro trabajo, criamos a nuestros hijos y ella sigue criando a sus nietos: ocho, mientras que a mí todavía no me han llegado.

Siempre la sentí como mi hermana mayor, aunque solo me lleva un año, dispuesta a ayudar, a proteger y a marcarse unos pasos de muñeira cuando nadie la veía por los pasillos. Reír, cotillear... ser justas, enseñar, escuchar. “Nos pagan por escuchar” - le decía yo-

Por supuesto hay algunas más y ahora el círculo se ha extendido al otro lado del océano: México, Cuba.. y se seguirá extendiendo ¡sabe Dios por donde!

Gracias al 2014 que ya se aleja con sus experiencias de dolor y amor, de alegría, de aprendizaje. De lugares nunca vistos y al mismo tiempo recordados, impresos en nuestra memoria ancestral y recuperados porque nada se pierde.

Y bienvenido al 2015, nuevecito, sin estrenar, rebosante de proyectos, ilusiones, regeneración. La fusión perfecta entre lo que fui, lo que soy y lo que confío en llegar a SER.

Gracias a mis abuelos y abuelas, a mis padres, a mis hijos y a mis amig@s del alma.

Gracias al Caminante del Cielo por su visita en un día tan especial.

25 diciembre 2014

Mañana de Navidad

Gris, tranquila, silenciosa. Todo duerme. Ahora mismo ni siquiera se oyen las ocas del vecino, que sí se oían a las tres de la madrugada y daban ganas de lanzarles algo más contundente que palabras malsonantes.

¡Cuanto tiempo hacía que no escribía en las mañanas de domingos o festivos!

De aquella pensaba y aún pienso que el mundo circundante nos pertenecía a un pequeño grupo de madrugadores.

Desde la ventana se ve el limonero que reparte los limones en casi dos mitades exactas: amarillos y grandes pero aún verdes. Detrás un pequeño naranjo que se inclina hacia la tierra por el peso de sus frutos y, levantando la vista, varios naranjos más pero muchísimo mas grandes, dando un toque alegre con su color.

El acebo enorme pero sin sus típicas bolitas rojas y al lado un camelio repleto de flores rosadas.

Mi alma se despertó sonriente, a pesar de todo y me llegó mi especial Alegría que procede de un lugar muy profundo y que siempre está ahí aunque muchas veces quede tapada, oscurecida, por mil historias cotidianas, pero esas llegan y pasan y al final permanece la esencia de cada uno incluso más fortalecida.

Este año ni árbol, ni villancicos, pero sí regalitos, frases amables llegadas de muchos lugares diferentes y siento que la fuerza física va de nuevo entrando en mí y mis proyectos e ilusiones vuelven a tomar forma y algunos me urgen a que los materialice, los ponga en pie, sirvan para mí y para otras personas.

Hace algún tiempo me di cuenta que en mis peticiones se repetían las mismas cosas: las tres aes, empecé a llamarlas. Amor, Alegría y Abundancia. Luego añadía otras también muy importantes Paz, Sabiduría para tomar decisiones, Libertad.

El concepto de Libertad me ha perseguido no solo en esta vida sino en muchas anteriores que he conseguido recuperar. Libertad unida a la Justicia, Libertad aunque haya sido esclava, presa, traicionada. Libertad a pesar de las diferentes religiones, gobiernos, grupos...

Hoy es Navidad y Yo Soy libre y extiendo un manto violeta sobre este pequeño rincón donde vivo y un poco más hacia mi comunidad y a mi país y sigue creciendo y cubre toda la Tierra... y ya puestos ¿porqué parar ahí? Paz, Sabiduría y Amor, Alegría y Abundancia para todos los pobladores de este bello planeta en el que hemos elegido vivir.

Feliz mañana de Navidad a todos y, por supuesto: Lo importante es la Salud

                                                Vigo, 25 de diciembre de 2014

21 diciembre 2014

Érase una vez un pegaso volando

Érase una vez un pegaso volando.....


Érase una vez un pegaso volando, un koala durmiendo, un conejo asustado y, en el suelo, una serpiente que buscaba su alimento entre las hojas secas del otoño.

También había una ardilla que estaba muy contenta porque ya tenía hasta arriba su reserva para el invierno, un castor que a veces sonreía enseñando sus enormes dientes y un oso muy grande que entendía mucho de sueños propios y ajenos.

No pasaba nada especial, era un día como cualquier otro. Pero de pronto a la serpiente le salieron alas y voló… solo un minuto porque pasó un águila que tenía hambre y prisa. Todo pasó en un momento.

El conejo en realidad era coneja y guardaba a sus gazapos en una cuevita cercana. Tenía que alimentarlos y sentía miedo porque acababa de ver lo que le había pasado a la serpiente. ¡Pobre –pensó- y se le erizó toda la piel. Después con una sonrisa llegó a la madriguera y dijo: “Chicos, hemos tenido mucha suerte, mirad cuantas zanahorias”

El koala seguía durmiendo

El pegaso estaba desorientado, no era esta su dimensión y su vuelo era irregular. No recordaba haber visto ninguno de los paisajes por los que estaba pasando, aquel río no parecía el mismo, la montaña ayer no estaba ahí ¿qué hacer?

Se acercó al árbol donde estaba el koala y le dijo:

-Por favor, estoy perdido ¿podrías indicarme el camino correcto hacia mi país?

-¡No molestes, no ves que estoy durmiendo!

-Disculpa, no quiero molestarte, es que no conozco a nadie por aquí

-Y a mí qué me importa eso. Estúpido animal, vete enseguida o probarás mis dientes

El pegaso se alejó, no entendía cómo un animal de apariencia tan dulce y tranquila podía ser tan desconsiderado. Miró hacia arriba y entre las nubes vio un camino perfectamente trazado por los rayos del sol.



Ahora sí estaba en un lugar conocido, se puso muy contento porque otros pegasos como él venían a su encuentro y en la pradera se veían unicornios, el agua del río estaba poblada de ondinas, las hadas revoloteaban jugando con las mariposas y…

¿De verdad eran mundos tan distintos?

Y el Caminante del Cielo que lo oyó le dijo:

-Ven, ponte aquí, a mi lado, yo te contaré la historia:

Hace muchos, muchos años, todos estábamos en un solo mundo y éramos felices y convivíamos en paz unos con otros Pero los hombres empezaron a cazar unicornios para quitarles su cuerno y hacer no sé qué pociones, maldijeron a las sirenas porque decían que sus cantos hacían zozobrar los barcos. Aunque montaban caballos disparaban flechas a los pegasos. No querían a las hadas porque no tenían utilidad como las abejas que producían miel…

Así que un día el Consejo Supremo de los Caballeros del Sol, se vio forzado a intervenir y al llegar una determinada fecha vinieron hasta el bosque y me pidieron que con mi bastón de oro trazara una línea apenas visible que separara los dos mundos de manera que los hombres ya nunca pudieran ver a los seres mágicos que desde entonces, como ves, viven muy felices aquí en su mundo.

De todas formas hay algunos hombres y sobre todo niños que os ven, os quieren, aunque solo puedan pasar algunos ratos con vosotros mientras duermen. Con ellos si hay una buena relación.

-¿Y los animales –pregunto el pegaso- porqué se hacen daño entre ellos?

-Bueno eso ya son Leyes de la Naturaleza, pero algunos son así desde que tuvieron contacto con los hombres. Ellos no son crueles, pero todo se aprende

-¿Quieres decir que lo aprendieron de los hombres?

-No todo, pero sí en parte

-Y ahora ¿qué pasará, todo va a seguir igual? 

-A ti ¿cómo te gustaría que fuera?

-Me gustaría que de nuevo pudiéramos vivir todos juntos, en paz y armonía

- Pero nunca nada vuelve al pasado, todo se mueve en espirales hacia el futuro. A veces parece que los hechos se repiten pero nunca son exactamente igual, todo evoluciona, va hacia delante en busca de nuevas oportunidades de aprender y desarrollarse, cada cual en su especie correspondiente. Solo los seres mágicos permanecen inalterables en su mundo, felices y protegidos de agresiones ajenas.

-Entonces ¿no hay remedio?

-¿Tú estarías dispuesto a buscar una solución?

-Sí, solo dime qué tengo que hacer

-Está bien, lo consultaré con los Caballeros del Sol y ya te diré

El Caminante del Cielo ya tenía una idea pero le parecía un poco cruel, consistía en que el pegaso ofreciera sus alas y volviera a ser un caballo normal. No, era una idea vieja lo del sacrificio, seguro que había una mejor solución.



Alzó su bastón y se elevó en el cielo, era un camino conocido durante miles de años aunque cada vez menos transitado.

Llamó en la gran puerta blanca y esta se abrió.

-Pasa, pasa – se oyó una voz al fondo

Los Caballeros estaban en grandes sitiales y, como siempre, rodeados de una luz tan fuerte que era casi insoportable mantener los ojos abiertos, por lo cual las entrevistas eran muy rápidas.

El Caminante contó la historia, todo lo que le había pasado al pegaso y su idea de tratar de que todos pudieran vivir en Paz y Armonía.



-Se ve, Caminante, que sobre ti ya empiezan a pesar los años ¿no te has dado cuenta de las fechas que estáis en la Tierra?

-¿Qué fechas, de qué habláis?

-Hoy es 21 de diciembre, justo el día en que la inmensa fuerza del Amor Incondicional desciende sobre ese pequeño planeta. Así que todo es muy fácil: levanta la línea de separación que tú mismo pusiste y de los días 21 a 26 déjala así. A ver qué ocurre. Durante esos días hombres, animales y seres mágicos podrán convivir y desde aquí veremos cómo se comportan, de forma que si comprobamos que de verdad pueden estar juntos y en paz pensaremos que sea permanente y sino pues todo es cuestión de volver a poner la línea. 

Por primera vez en muchos años el Caminante sonrió, tenía esperanza de que todo fuera para bien. Saludó y se fue muy deprisa porque ya era día 21. Esa misma noche levantaría la línea.

Fue algo tranquilo pero solemne, importante. Todos los seres mágicos se habían reunido a un lado de la línea, por el otro muchos animales esperaban expectantes aunque no sabían muy bien qué era lo que estaba sucediendo. Hombres y mujeres ¡ni uno!, pero sí estaban muchos niñas y niños menores de siete años, estaban algo nerviosos y muy contentos: era la primera vez que verían a todos los seres mágicos de verdad, en su ambiente......

El Caminante alzó los brazos, trazó varias espirales con su bastón y la línea divisoria despareció. Todo fueron sonrisas, abrazos, reconocimientos

Así pasaron los días: el 22, el 23. EL Caminante estaba un poco desilusionado: no había pasado nada. Sí que las relaciones entre seres mágicos, niños y animales eran cada vez mejor, había más confianza y los juegos y risas se oían a cada momento. Pero hombres y mujeres, incluso jóvenes, seguían sin aparecer ninguno, ni uno solo.

No había que perder más tiempo, subió, llamó a la gran puerta y se abrió:


-Pasa, pasa, no te quedes ahí parado, ¿qué sucede? -dijo uno de los Caballeros del Sol, desde su gran sitial

-Pues eso, que no se ha presentado ningún humano, de ninguna edad, de ninguna raza. Nada, nadie

-¡Caramba pues sí que es preocupante la situación!. Te enviaremos refuerzos. Procura que todos estén reunidos la noche del día 24. Será increíble, espléndido, maravilloso

-¿No me podríais decir algo más concreto?

-No, se estropearía la sorpresa. Dilo así, anuncia a todos que de eso se trata, será una gran sorpresa

El Caminante se alejó. La verdad, no confiaba mucho en que todo fuera a resolverse tan deprisa. Mandó todos los emisarios que pudo, no solo por el bosque, sino por toda la Tierra. Curiosamente todos querían colaborar: pegasos, sirenas y hadas por el mundo mágico. Muchos animalitos de todas partes y la mayoría de los niños que también querían participar y lo comunicaron en sus sueños.

Y la noche del 24 de diciembre había una gran expectativa en todo el mundo. En algún lugar sonaron 12 campanadas y como si fuera la señal esperada, las estrellas empezaron a caer por todas partes del mundo. Su luz iluminaba todo el trayecto por donde pasaban y cuando aterrizaban se quedaban allí, enormes, preciosas, como grandes bolas de cristal de diferentes colores, pero sobre todo blancas. Muchas, muchísimas en todos los lugares de la Tierra.

Las personas salían de sus casas y veían todo aquello como algo único, nuevo. Veían también a los seres mágicos en compañía de sus niños y a muchos animalitos que no se sabe de dónde habían salido, pero allí estaban también. Algunos solos, otros en manadas y muchas hembras con sus cachorros.

Los hombres y mujeres, de todas las edades, contemplaban aquel maravilloso espectáculo pero lo mejor es que iban sintiendo en su corazón una alegría tan grande que no podía expresarla con palabras. Se formaron muchos círculos y bailaron, cantaron y dieron gracias por cómo se sentían.

Y así fue hasta el amanecer y cuando salió el Sol, vieron junto a él a varios Caballeros vestidos de oro subidos a sus pegasos engalanados para la ocasión. Y uno de ellos era el pegaso que había querido que todos pudieran vivir en paz y ahora sí se sentía muy feliz: por haberlo conseguido y porque había pasado a ser la montura de uno de aquellos magníficos Seres de Luz.

Algunas personas dijeron que los habían oído hablar y que decían:

-Os deseamos que esa Paz que ahora mismo sentís, siempre permanezca en vuestros corazones. Disfrutad de vuestra vida con Amor y Alegría hacia todos y todo. Os bendecimos.

Han pasado muchos años de aquella fecha tan señalada y el Caminante del Cielo se siente muy orgulloso de unos y otros porque nunca más ha tenido que trazar la línea.

Vigo, 21 de diciembre de 2014

Isabel del Carmen Llor Cerdán

18 diciembre 2014

El Camino de Santiago - Serie de relatos VIII

Dicen que quien hace el Camino de Santiago se encuentra a si mismo. Físicamente es duro caminar durante muchos días y por las noches no se descansa bien, o vienen a nuestro encuentro sueños reveladores sobre el pasado, presente e incluso, futuro.

Puede uno hacerlo en plan solitario, ir en grupo o compartir con las personas que están a lo mismo. Hay albergues y también algunos lugares donde ponen sellos en una cartilla, para que puedas demostrar que has pasado por allí y luego obtener tu certificado de peregrino. Está el camino francés, el portugués y probablemente alguno más, según donde comiences y la ruta que sigas y aunque lo normal es hacerlo a pie hay quien lo hace en bicicleta o a caballo. Ahora también hay otra modalidad, que consiste en hacer un trozo cuando se puede y proseguir, semanas, meses o incluso años después.

Pero yo creo que hay caminos muy personales, por ejemplo una amiga catalana, fue primero hasta la frontera francesa, desde allí empezó a caminar y cuando apenas había hecho 50 kms., se metió en la iglesia de un pequeño pueblo, se sentó en un banco y allí empezaron a “llegar” un montón de escenas de su vida que tenía que perdonar y cerrar. Después de unas horas, el tiempo que le llevó el proceso, se dio cuenta de que lo que había ido a buscar en el Camino, ya estaba concluido, así que tomó el primer autobús y regresó a su casa.

El camino de mi madre también fue muy personal. En el mes de mayo, ella y mi padre cumplían sus bodas de oro (cincuenta años de matrimonio). Aunque no se lo diagnosticaron hasta mucho después, ya padecía Alzeimer y además caminaba con mucha dificultad apoyándose en nosotros. Nos dijo que le hacía ilusión ir a Santiago, así que lo organizamos y, a los dos días, salimos de casa para coger el tren de las nueve de la mañana. Dejé aparcado el coche cerca de la estación y, con algunos esfuerzos, conseguimos dejarla instalada en un asiento. Cuando llegamos, unas dos horas mas tarde, lloviznaba. 

Llevaba muy mal lo de subir escaleras, así que buscamos una entrada en la que había que bajarlas; fue lento y trabajoso, pero entramos por la puerta que solo abren en año santo. Al entrar en la catedral, resulta que era la misa del peregrino, había tanta gente que era imposible moverse, había unas cuantas pantallas grandes en las que se podía seguir la celebración. La pobre aguantó lo que pudo y salimos, llovía mas fuerte, pero los paraguas se habían quedado en el coche.

Yo sabía algunos sitios donde comer bien y económico, pero mi padre dijo que no íbamos a ir mojándonos, nos meteríamos en el primer bar que apareciera. Nos cobraron a precio de turista millonario.

Cuando llegamos a la estación: tres tramos de bajada de escaleras de piedra y mojadas, estaba a punto de salir un tren (creo que lo único bueno de la jornada)

¡Por fin en Vigo! , pensé con alivio, pero cuando llegamos donde debía estar el coche se lo había llevado la grúa. Dos taxis: uno para llevar a mis padres a casa y otro para mi, para tratar de recuperar mi auto. El taxista me informó de que habían cambiado de lugar el depósito, el nuevo quedaba más alejado, y que no me dejarían sacarlo de allí, si antes no abonaba la multa y los gastos.

Seguía lloviendo, claro, el guarda del enorme aparcamiento, totalmente embarrado, se debió compadecer de mi y me dijo: “Puede pagar con tarjeta, yo se lo acerco hasta aquí”

Al día siguiente mi madre me dijo que había sido un viaje muy raro y no había podido, según la costumbre, darle un abrazo al Santo, así que podía llevarla otra vez la semana siguiente. No voy a poner lo que contesté.

Desde ese día empecé a pensar que, tanto para ella, como para mi padre y para mi, había sido nuestro particular Camino, lleno de escaleras, lluvia, apreturas y muchas “ofrendas” de dinero. Espero que el Santo nos lo cuente como tal

10 diciembre 2014

La Red - Serie de relatos VII

En tiempos cuando alguien hablaba de redes no había demasiadas opciones:

las que se utilizaban para pescar, que por aquí las veíamos mucho en los barcos, o como las reparaban en los muelles; las redes ferroviarias que unían distintos puntos a nivel nacional o internacional; las redes viarias, o sea carreteras nacionales o comarcales (las autovías y autopistas son un invento mas moderno)... y poco más.

Sin embargo ahora existe una gran Red (Internet) capaz de comunicar a millones de personas en casi todos los lugares de la Tierra y, al mismo tiempo, con amplia información sobre los conocimientos humanos de todo tipo. “Si no está en Internet -me dijo un alumno el otro día- es que no existe”.

Se están cambiando las formas de escribir y de relacionarse entre las personas.

Por ejemplo están los amigos, amigos, los de toda la vida, con los que puedes salir, charlar, compartir aficiones, viajar.... y los amigos cibernéticos. Sí, te presentan a una persona, te da su dirección electrónica y empezais a intercambiar montones de archivos: fotos de Naturaleza, de pintura, de animalitos... y esos otros que dicen: “Eres una persona estupenda, como amiga no tienes precio, no sé que haría sin ti, doy gracias por haberte encontrado”, pero resulta que nunca os veis, ni hablais, ni nada de nada. ¡Extraña forma de amistad!

En cuanto a la búsqueda de pareja hay quien al segundo mensaje, dice aquello de:

“Bueno, ya somos los dos adultos, asi que ¿en tu casa o en la mía?”

Si tienes video-cámara, la cosa puede ser todavía mucho mas “explícita” y proponen sexo virtual, eso si, despues de haber mostrado la mercancía. “Mira que melones mas hermosos, silicona pura, oye” Sin hablar de los calendarios, masculinos y femeninos, de todo tipo.

Existen, todo hay que decirlo, personas normales, con buena intención y que lo único que buscan es paliar su soledad o llenar huecos de tiempo libre, aunque a veces, inventando una personalidad que no es real. Por Internet todos somos mas guapos, mas altos, mas rubios y, naturalmente, amables, cultos, divertidos, serviciales.... Aunque una prima mía conoció a su marido por Internet y son muy felices.

Salvo esos pequeños inconvenientes, hay que reconocer que es una herramienta de gran utilidad: puedes “bajar” música de todo tipo, partituras, libros, noticiarios, biografías. Como para no aburrirte en una vida entera.

Generalmente nos quejamos de que no tenemos tiempo para nada, el trabajo, la familia, las compras, la casa, pero podemos pasarnos horas conectados a un chat o buscando las cosas mas extrañas en este increible mundo.

13 octubre 2014

Cartas no enviadas (V)

Querido Amor:

Hay veces que me despierto y la nostalgia es tan fuerte que creo que no podré soportarla.

Estamos en Otoño, para mí la estación más romántica, ensoñadora, tibia. Tal vez sean los tonos dorados, naranjas, rojos o marrones. O que los árboles comiencen a desnudarse sin ningún pudor, como mostrando su alma. O que ya apetece abrigarse, leer frente a una estufa, tomar humeantes tisanas que aportan olor y sabor…

Últimamente me dicen mucho: cuídate, ámate, ríete, sé feliz. Y sí trato de hacer caso y cumplir tan sabios consejos. Sé que el Amor está dentro de uno mismo, como todas las grandes cosas que solemos buscar fuera: la Paz, la Alegría, la Libertad.. pero como decía aquel viejo refrán: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”. Quiero decir que trato de cuidarme, soy feliz, por ejemplo, con la visión del hermoso campo de maíz que vi esta mañana o con el vuelo de las golondrinas que tienen un nido en mi patio. Me río saludablemente con las cosas más tontas, trato de caminar y comer sano… pero ¿dónde está el otro?

Y ahí es donde entra la nostalgia. El deseo de que te abracen, te besen, compartan contigo todos esos buenos momentos que surgen a diario.

Cuidar, reír, amar en compañía. Como se suele decir: las personas que están en pareja desean estar solas y viceversa…. O no, dependerá de cada cual.

A mí, querido Amor, me gustaría que esto que siento se expandiera y llegara a otro Amor, cercano o lejano. No como media naranja, sino como naranjas enteras que se encuentran y aman y comparten en libertad, sin ataduras, sin normas o leyes. Simplemente disfrutando de bellos momentos o bellas semanas o años o….. Y si hay que alejarse que el otro lo comprenda y pueda desprenderse con una sonrisa porque la esencia del uno siempre permanecerá en el otro.

Bueno, el otoño también tiene algo de romántico y ¿por qué no? Música suave y tranquila, velas, aromas…. O pasión intensa porque los otoñales, a lo mejor, tenemos más experiencia de cómo queremos disfrutar nuestro tiempo en pareja.

Bien, Amor, hasta otro rato. Plenitud otoñal para todos

01 octubre 2014

Mosquitos Trompeteros

Sobre las seis de la tarde comenzó la tormenta, nada de tonterías, ¡Enorme!. Se cortó la luz un par de veces, relámpagos a una velocidad de vértigo y los truenos tremendos. Cuatro horas después aún se oía aunque ya más alejada.

El caso es que esta casa, dentro de una urbanización construída en medio de la nada y con un pedregal al lado, tiene multitud de pequeños insectos que salen de noche: arañas, mosquitos varios, grillos y otros que no sé cómo se llaman pero que resulta sorprendente verlos en el suelo o las paredes. Al fin y al cabo, ellos están en su territorio, los intrusos somos nosotros.

A mí no me molestan, excepto los cínifes o “mosquitos trompeteros”, esos que, además de picar, anuncian su llegada con su peculiar zumbido. Es como: “allá voy y te pongas como te pongas sin picar no quedas”.

Justo antes de acostarme vi uno en la pared y ¡zapatazo!

¡Que bien –pensé- Ya lo cacé así que podré dormir a gusto!

Pero mi alegría duró menos de cinco minutos. Otra vez el zumbido. Imposible, no había resucitado, evidentemente era otro. Después de lo típico: taparme hasta las orejas y dar manotazos a diestro y siniestro, decidí levantarme y tratar de localizarlo. Y sí ¡uno menos! Dos a cero estaba muy bien y en un tiempo bastante rápido.

Otros cinco minutos y zzzzzzzzzzzzzzzzzzz. Esta vez no fue tan fácil. Después de un tiempito, encendí la luz, fui al baño… Ya tenía picaduras en las manos, la cara, ya me había restregado ajo… pero me resistía bravamente a utilizar el repelente, para mi gusto apesta y acababa de lavar las sábanas que olían a limpio y agradable. Estaba tan desesperada que pensé: “Ya solo me queda el insulto” y empecé a llamarle de todo al animalito, que, por supuesto, ni se inmutó y siguió dando la lata.

Semi-dormida daba manotazos, en mi ensoñación inventaba procedimientos de tortura o sistemas perfectos para acabar con él: con casco y empuñando un lanza-llamas (parecía real, pues se sumaba el resplandor de los relámpagos), fumigación extrema y movía la sábana muy deprisa a ver si quedaba atrapado en aquello que para él podría ser un huracán.

Al final parece que sus ataques cesaron o yo terminé durmiendo profundamente.

Por supuesto cuando amaneció me sentía muy cansada. Me parecía raro que el mosquito hubiera desaparecido por las buenas. Me levanté, abrí la puerta del armario y ¡ahí estaba! Era gordo, supongo de la alimentación a mi costa de la noche. Debo reconocer que mis reflejos fueron muy rápidos, me saqué la zapatilla y acerté de pleno.

Es cierto que tengo marcas por toda la cara, incluso en el nacimiento del pelo, pero gané… bueno al menos hasta la próxima.

28 agosto 2014

La lista - Serie de relatos (VI)

Leí en algún sitio: “El Universo está ahí, a tu servicio, solo tienes que expresar muy claro lo que quieres (mejor hacer una lista con todos los detalles), saber que vas a conseguirlo y dar las gracias porque ya está en camino” 

Y sí, hice una lista que especificaba: “Que no beba, que no fume” y apareció un hombre que bebía mucho, fumaba de vez en cuando y estaba bastante loco. 

Alguien me aclaró: “Tienes que poner todas las frases en positivo poque nuestro cerebro no registra el NO”. 

En la segunda lista me esforcé más: “Libre de tabaco, buena salud mental” y aparece un hombre (por Internet) que parece ser casi idéntico a como lo pedí, solo que vive en otro continente, a unos doce mil kilómetros de distancia. 

A los dos meses entra de nuevo en mi vida (lo conocí hace unos dos años) otro señor que se quedó viudo y.... empezamos a llamarnos por teléfono todos los días. La salud mental está bien pero en un año le han dado dos ictus cerebrales. 

Por un lado el americano está muy bien. Yo tiendo a escaparme cuando tengo algún conflicto, así que podría irme a vivir allí y probablemente hasta se cumplirían mis proyectos de amor, arte y trabajo. 

Por otro lado, el señor de aquí tiene una voz preciosa y me hace sentir bien, me dice lo buenísima escritora que soy y que, en cuanto se recupere.... ¡Ay! 

Mi amiga tarotista, no solo guiándose por las cartas sino por sentido común, me dice: “El de América que venga él. ¡No me imaginaba yo que eras tan impulsiva! 

Entre tus hijos y yo vamos a tener que atarte”, Por el de aquí: “No te comprometas a llevar una silla de ruedas”. El comentario cruel pero realista. 

Así que ayer pasé un día terrible (encima lluvioso y gris que tampoco ayuda) debatiéndome entre estas dos personas y pensando y pensando porqué la Vida siempre me lo pone tan difícil. Y llegué a una conclusión: ¿Qué había puesto mal en la lista? Tenía que haber una tercera persona, sin tantos problemas y mas cerca, por tanto la cuestión era hacer una nueva lista, aunque tuviera cinco páginas, porque la experiencia ya me había demostrado que no hay que dejar al azar ningún punto importante.

24 agosto 2014

Desayuno - Serie de relatos (V)

26 de Octubre, eso de: a las 3 de la madrugada deberán atrasar los relojes una hora.

A pesar de que había quitado la alarma del despertador, a las 8 de antes, las 7 de la mañana de ahora, estaba ya muy despierta y tenía dos opciones: continuar en la cama (nada interesante que hacer) o tomar un lento y apetitoso desayuno, mientras veía amanecer.

Ganó la segunda opción, claro, y me puse a ello. Podía ir mas despacio que de costumbre, una porque era domingo y otra porque disponía de una hora extra !Que amables al devolvernos ese tiempo que nos habían quitado a finales de marzo!. Bien: té descafeinado con un chorrito de leche de soja, pan de centeno comprado ayer en la feria de Vilanova de Cerveira (Portugal) untado con margarina baja en grasa y mermelada sin azúcar añadido. Menos mal que estaba disfrutando realmente, primero del resplandor dorado y luego del tenue color azul y las nubes rosadas, que podía ver desde la ventana, porque pensé que, a determinada edad, dejamos de tomar sal, azúcar, grasas, proteínas, excesivos hidratos de carbono.... y pasamos a consumir complementos alimentarios, como dicen en las etiquetas, que nos ayudan a bajar el colesterol, reducir la glucosa, vitaminas para poder soportar la carga otoñal y todo el mundo lleva en el bolso tortitas de arroz o maíz, que solo contienen 27 calorías cada una.

No me voy a extender en comentarios, pero recuerdo una escena de una película,

en la que, cuando los ancianos esquimales perdían los dientes, alguien de su familia, generalmente una hija, masticaba por ellos la comida de la que disponían, y se la pasaban, ya triturada, para que pudieran alimentarse. Igual que hacen las aves con sus crías.

!Y nosotros con tantas historias!

29 julio 2014

Marte en XII - Serie de Relatos (IV)

Querida Ana Mª:

Pues la verdad, los últimos estudios astrológicos que me envías de tu amiga, han terminado de dejar mi moral por los suelos: estoy en período saturnino (solo faltan dos días para mi cumple) lo que también ayuda.

Empecemos por lo bueno: Sol en IX, sabiduría, pero como también tengo la Luna en el mismo lugar, tiendo a confundir emociones con pensamientos, Mercurio en IX (regente de la casa) me vuelve a dar ánimos: podré analizar mucho mejor mis confusiones.

Júpiter en V, hijos buenos, pero auto-indulgentes ¡que me vas a contar!

Pero lo mejor viene ahora: Marte en XII (situado en Venus). Según tu amiga, con estadísticas incluidas, soy una potencial asesina, pero como está en Venus, digo yo, que mataré con elegancia, amabilidad, armonía... nada de fuerza bruta (puñales, mazazos, pedradas... que además se pone todo perdido de sangre), no, como mucho venenos varios, o procurar que la víctima se muera por si misma, del berrinche o del susto. Como también tengo Urano en IX, quiere decir que mis planes de asesinato (¿tal vez en serie?) serán de lo más originales.

Yo que me he pasado meses pensando en una buena ocupación para cuando me pre-jubilara, pues ya lo tengo mucho más claro. Además, comentándolo con una amiga, resulta que ella también tiene la misma posición astral, asi que podemos asociarnos y ofrecer nuestros servicios, que creo que se puede ganar una pasta; claro que lo del marketing habrá que llevarlo de forma muy discreta, para que no se mosquee el personal.

En fin que, a partir de ahora, ¡cuidadito conmigo!, procura decirme cosas agradables, tenerme contenta, y ¡muy importante! no darme la espalda, por si acaso estoy en uno de esos días de utilizar mi fuerza ariana.

A tu amiga, aunque no la conozco, mi gratitud por alegrarme el día.

Besitos muy venusinos.

21 julio 2014

Posiciones Astrales -Serie de relatos (IV)

Casi me estoy acostumbrando a que Urano me ponga ante cambios, a veces radicales e imprevistos; a que no pueda comunicarme, en absoluto, porque Mercurio está retrógrado, a soportar el peso de Saturno sobre mis espaldas durante años, porque está transitando por mi signo y que Plutón me produzca la terrible sensación de que estoy al borde de un precipicio al que caeré sin remedio, eso si, para resurgir de mis propias cenizas (me veo mas bien saliendo a gatas de un volcán que todavía echa humo y yo estoy ligeramente negra).

En cuanto a la Luna que os diré que no sepáis, hasta los hombres dicen, despectivamente o con resignación, refiriéndose a nosotras: “Están de luna”. Nerviosismo e impaciencia en creciente, plenitud y euforia en llena, melancolía otoñal (aunque sea pleno verano) en menguante y laxitud total en nueva.

Menos mal que nos queda Neptuno: estar en las nubes, soñando, o flipada total, pero oye, después de todo lo demás, casi compensa una temporadita lejos del mundanal ruido.

Y, como no, Júpiter, el magnánimo, el expansivo (!esos kilitos de mas!) y el que, en mi caso, da ánimos para seguir, para conseguir, para llegar a la meta propuesta..... hasta que te das cuenta de que pasan años y mas años y mas años, y tus ilusiones siguen ahí, algo marchitas por la espera, aunque, de vez en cuando, sigas teniendo esperanza mas que nada por la voluntad de seguir adelante, de no tirar la toalla y, además, alguien te envía una historia de internet, donde dice que la mujer a los 60 sale al mundo y lo conquista. Una que es optimista de siempre (¿Eso a qué planeta se debe?) piensa que en esos dos añitos que faltan se cumplirá todo, todo, todo, y sigue agarrada a los astros.

En cuanto a Marte, eso de :”!A mi mis valientes!”, pero claro, eso debió ser en una época muy lejana, en la que los guerreros tenían un código de honor, llevaban una espada inmensa (el tamaño sí que importaba) y tenían que estar muy cachas para soportar el peso de la armadura. Ahora, por lo visto, el cincuenta por cien del personal masculino no está por la labor de ir a conquistar a su dama y el otro cincuenta es plumífero reconocido.

Y !curiosamente! Venus, que es mi planeta regente, ya que tengo ascendente Libra, se ha quedado para el final. La Belleza, la Armonía, el Arte... pero ¿Y el Amor?. Si, así, con mayúsculas, el que siempre quise, el que no llega. Encima tengo a Venus en Géminis, o sea, me voy enamorando de las margaritas del campo, de mis preciosos gatos, de la mirada limpísima de los pequeñitos, de las maravillosas puestas de sol... pero mi amor, ese que viene cabalgando desde hace veinticuatro años y es viudo y tenía una niña (que ya debe haberle hecho abuelo), ese no llega. Digo yo que cuantas veces habrá cambiado de caballo, aparte que, cuando salió en mi busca, aún no existían los gps y esto, si lo comparamos con el resto del mundo, está en un recóndito lugar.

Además queda Quirón (la deuda kármica, creo) y la Cabeza y la Cola del Dragón (siempre me he preguntado que han hecho con la parte central del bicho).

Hay que contar, también, con las conjunciones, oposiciones, trígonos, cuadraturas, sextiles... las casas en las que se instalan los planetas... !Un sin vivir!

Bien, y después de todo esto ¿Creéis que eso del libre albedrío aún funciona?. A lo mejor es que hay que seguir insistiendo, pillarle el truco, de forma que, de verdad, podamos crear la vida que queremos. O puede que lo que deseamos no nos convenga, o no haya llegado el momento oportuno, o que si nos llega lo que sea, no seremos capaces de manejarlo, o....

De todas formas, ya lo he dicho, me considero optimista por naturaleza y sigo tratando de ver la parte divertida de la vida, gracias a lo cual, sobrevivo.

Esta mañana, por ejemplo, en el centro de la ciudad estaba aparcado un camión pequeño, pintado de blanco que, en uno de los laterales decía con letras muy grandes: “Unidad móvil de destrucción” !Que fuerte!.

Luego en letras mucho más pequeñas, en el otro lateral, aclaraba: destrucción de documentos para empresas.

Así que, ¿veis?, lo mejor es subirse a la primera nube que pase y, desde allí, reírse de los afanes de los demás (eso alguna vez lo hemos practicado todos, aunque se llame de otra forma) y dejar de sufrir por los nuestros. Os puedo hacer un huequito en mi mullida nube, pero sin abusar.

07 julio 2014

Permiso de conducir - Serie de relatos (III)

Estaba esta mañana en el mercadillo de S. Cosme, cerca de las once de la mañana, había ya bastante gente merodeando entre los puestos, cuando, por megafonía, dieron un mensaje: “Se avisa al propietario de un Mercedes color azul, que el coche ha comenzado a andar, el solito, por la carretera” “!Anda, pues eso si que puede ser un problema!” - exclamó la vendedora de uno de los puestos.

Los de la segunda edad tenemos el permiso de conducir desde hace veinte o treinta años, lo que no quiere decir que, de vez en cuando, tengamos algún despiste: no encender las luces, no poner intermitente para indicar hacia donde vamos, no dejar puesto el freno de mano cuando dejamos el coche aparcado.

Cosillas sin importancia.

Al cabo de tantos años, se me han dado algunas circunstancias curiosas, por ejemplo: estando yo parada en un semáforo vino una furgoneta y me dió un topetazo por detrás, el conductor se bajó, vino hacia mi y me dijo, con una enorme sonrisa:

-Señora, perdone, pero es que no llevo frenos-

-Pues, curiosa forma de frenar, oiga-

En otra ocasión, en la Zona Franca, pasó lo mismo, solo que esta vez el que conducía la furgoneta era un chico muy joven, el coche suyo empezó a echar humo y, como en los dibujos animados, empezaron a caérsele piezas: un trozo del guardabarros, un faro.... mientras el chico, echándose las manos a la cabeza, decía todo compungido: “De esta, mi jefe me mata, me mata....”

Yo también he hecho algunas: domingo por la mañana en el centro, todo desierto, nadie en ningún sitio, veo un lugar para aparcar y me dirijo hacia él con toda confianza: no vi un coche que subía por una calle transversal y le di por la parte del conductor. El señor salió, yo le pedí mil perdones... el hombre dijo, casi llorando: “Justo ayer por la tarde lo saqué del taller, que me habían dado un golpe.”

A mi me dieron el carné a la tercera, pero hasta casi doce años después, no conduje, asi que otra vez academia y pagar clases. Tardé mas de un año en cogerle el truco: todo estaba lleno de columnas malvadas, árboles fuera de su sitio, motos, espejos retrovisores que sobresalían mas de la cuenta, o topes en las esquinas de los camiones ¡Un suplicio!. Como decía un amigo: “Tu vas tranquilamente por la carretera y, de pronto, sale un árbol a mear.... y ya la liaste”.

La generación anterior lo tuvo mucho más fácil. El examinador, generalmente un hombre mayor, se sentaba, saludaba y decía: “Bien, encienda el vehículo, meta la primera y despacio vaya avanzando, la segunda, muy bien, ahora vamos hacia la derecha, y ¿a qué se dedica usted?, ah muy bien, ahora todo recto, meta tercera, bien, arrímese a la acera, ahora la marcha atrás ¡perfecto!. Está usted aprobado, buenos días”.

El tío de mi padre, mi padrino, conducía desde antes de haberse puesto en marcha el código de circulación, la transición se ve que no la asimiló correctamente, porque cada vez que hacía un viaje largo, nos enterábamos de que había llegado a destino porque siempre llegaba la multa de tráfico. Una vez lo pararon por no hacer un Stop. “Oiga ¿es que no ha visto la señal? “ “Si, claro, ya toqué el claxon”

17 junio 2014

En la carnicería - serie de relatos (II)

Entra una señora y lo primero que dice es:

-Miguel, ¿tienes huevos?-

El carnicero, un chico de treinta años, más o menos, sonríe con complicidad mirando al resto de los clientes y responde:

-Si, Marta , ¿de cuales sueles llevar?-

-Pues de los pequeños, salen buenísimos, algunos hasta tienen dos yemas-

-Es verdad - apunta otra señora- además por ese precio... para hacer una buena tortilla o un bizcocho-

-Pues nada – termina Miguel- coge los que quieras. La verdad es que me los quitan de las manos, en cuanto llegan desaparecen-

Otra señora dice: 

-¿Como tienes la morcilla?- (Así, sin inmutarse). A pesar de las sonrisas del resto, la señora sigue a lo suyo: -Y no te olvides de los huevos-

Supongo que ese tipo de diálogo se da en la carnicería con bastante frecuencia, los que atienden son tres hombres y sonríen, mientras parece que intenten proteger esa valiosa parte de su anatomía encogiéndose un poco, aunque sigan su trabajo haciendo esfuerzos por no caer en la franca risa.

Cuando mi padre tenía la agencia el número de teléfono era casi idéntico al de una tienda de ultramarinos, así que casi todos los días había confusiones. Una mañana, después de colgar, mi progenitor me contó la conversación completa.

Una señora, lo primero que dijo fue:

-Oiga ¿tiene usted huevos?-

-Pues si-

-¿Y son frescos?-

-Pues podría decirse que si”-

-¿Caseros o de granja?-

-Caseros-

-¿Y a como los vende?-

-Ah, eso si que no, no están en venta-

-¡Anda, ¿como que no!? Entonces ¿que clase de tienda es esa que no quiere vender?-

-Bueno, empecemos porque esto no es una tienda, sino una agencia de publicidad, pero usted tampoco preguntó-

Después de un tenso silencio, la señora no dijo nada más, se limitó a colgar.

Hay idiomas en que no existe el doble sentido, lo cual me parece una pena, porque escenas como las anteriores, bien pueden alegrarte el aburrimiento de tener que esperar a que te llegue el turno de comprar: “Ponme tres chorizos y media docena de huevos”.... por ejemplo.

Hace días, esta vez en la frutería y en conversación con la dependienta, que parece estaba de mnuy buen humor, ocurrió lo siguiente:

Yo había comprado puerros y le dije:

-Por favor cuando los pese, córteles el rabo que así no llevo tanto peso

-Todo el mundo me pide lo mismo, pero en realidad dicen que esas hojas tienen muchas vitaminas. Además es cómo con los maridos: si les cortas el “rabo” en realidad no los necesitamos para nada.

12 junio 2014

Lágrimas - (serie de relatos)

Esta mañana tuve consulta con el oculista que, entre otras cosas, me dijo que mis lágrimas ya no son lo que eran.

Casi me pareció poético y me hizo recordar un cuento que leí hace tiempo que decía que una esposa desilusionada, llora tanto, que sus lágrimas forman un río, al que, desde entonces, también van a llorar las chicas que sufren de mal de amores, por lo que el río se hace tan caudaloso que se convierte en un pequeño mar.

Pensé que si guardáramos las lágrimas (como hacía Susanita, la amiga de Mafalda) de todas las mujeres de la Tierra, nos daría para formar un océano o, si no fuera por la salinidad, volver fértiles muchos lugares del planeta.

Me explicó el oculista que, al pasar el tiempo, las lágrimas pierden densidad, se hacen mas líquidas y este “sucedáneo” de las verdaderas perjudica el ojo, además de producir picor, sensación de tener arenillas, parpadeo, etc.,

-Así que se pone usted estas gotas, no una o dos veces al día, sino siempre que lo considere necesario, sea generosa y además este gel antes de dormir

- ¿Durante cuanto tiempo? - pregunto ingenuamente.

-Ah, esto ya es para siempre-

Recordé que yo, que soy muy apañada, cuando tengo alguna enfermedad, se me hace crónica.

“No hay que desperdiciar nada, todo sirve” -decía mi abuela.

Pensé que a lo mejor a las mujeres que tenemos problemas con las lágrimas, es simplemente porque ya hemos gastado el cupo que nos correspondía y lo que nos quede de vida todo será maravilloso, por lo que no necesitaremos, ni siquiera, gastar las otras de inferior calidad, aparte de que ya tenemos una edad en la que merecemos solo lo mejor.

04 junio 2014

Magda

Llovía cuando salimos del Amanda Bar...

Magda apretaba su cuerpo contra el mío como si así se resguardase mejor del chaparrón, había sido su gran noche y la sentía como flotando en una aureola de sensaciones que iban de la total euforia a una especie de sensualidad que se escapaba por todos sus poros. Pensé que había bebido, pero no, su aliento cuando me besó no olía a alcohol.

-Vamos, vamos -le dije- espera que lleguemos a casa. ¡Taxi, taxi! Menos mal, hemos tenido suerte.A Cifuentes, 39.

En el taxi se tranquilizó un poco y apoyando su cabeza en mi pecho se quedó amodorrada.

Vivíamos juntos desde hacía tres años. Yo trabajaba como informático en una empresa de marketing, algo bastante rutinario pero que se me daba bien y tenía un buen sueldo. Ella era una artista: cantaba, pintaba, le gustaba la magia... Era extraña, mística, muy independiente, pero seguramente por ser tan distintos nos atraíamos como un imán. No era una pareja con la que convivir, era mi pareja, la que supongo que todos vamos buscando y había tenido la suerte de encontrarla. Algunas veces se lo había dicho y reconozco que me ponía muy pesado queriendo oír que ella sentía lo mismo, pero nunca me lo dijo.

-Ya hemos llegado, despierta querida y colabora, sabes que no puedo contigo.

Tenía una mirada rara, como si no me viera, pero salimos del coche, entramos en el portal y después en el ascensor.

Abrí la puerta del apartamento y la besé tratando de recuperar lo que ella había empezado, pero me empujó y se tumbó en la cama con toda la ropa mojada.

-No sé que te pasa, pero déjame por lo menos que te quite esa ropa y te ponga algo seco, estarás más cómoda y si lo que quieres es dormir, está bien. Tenemos mucho tiempo por delante.

La arropé bien, la besé en la mejilla y apagué la luz.

No tenía sueño, me instalé en la butaca y traté de leer algo, pero no era capaz de concentrarme

Al rato oí que me llamaba. Estaba sentada en la cama y cuando me acerqué me echó los brazos al cuello y empezó a besarme mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.

-Magda cuéntame lo que te pasa. Sea lo que sea, sabes que puedes contármelo.

-No te preocupes, no es nada importante, o sí, solo sigue besándome, hazme el amor como si fuera la última vez. Esta noche me he dado cuenta de que te amo. Nunca he querido decírtelo porque no estaba segura, pero ahora lo sé: te quiero. Tanto que luché por triunfar y por fin, esta noche, he sentido que había conseguido lo que quería y tú estabas allí, apoyándome, pendiente del público, de los periodistas, de todo y sentí que me importabas más que mi triunfo.

Fue increíble, nuestra unión fue perfecta. Para mí también había sido una gran noche. Nos dormimos abrazados y en paz.

Por la mañana me extrañó que aún estuviera en la cama, solía levantarse muy temprano y preparaba café. La sentí fría y un escalofrío recorrió mi espalda. La besé con ternura y dije:

-Vamos, perezosa ¿no me vas a preparar el desayuno? Se me está haciendo tarde.

Pero al soltar mi abrazo ella quedó en una postura extraña, como desmadejada y entonces entendí lo que pasaba: Magda había muerto, en mis brazos, feliz, pero se había ido. Había conseguido todo lo que quería de esta vida y no quería continuar.

26 mayo 2014

Canción desesperada - Cartas no enviadas (IV)

Mi amor, te escribo de nuevo.

¡Cuántas cartas no enviadas! Las guardo en una carpeta azul antigua, heredada.

Como nuestro amor, casi rancia. De aquellas con gomas, tamaño cuartilla. Pero para qué te cuento esto, si no te importó nuestra vida, menos te van a importar cosas tan sencillas.

A veces las releo, una por cada año que se nos murió el amor y van ya veinticinco ¡Ya ves, las bodas de plata del olvido! Aunque yo me siga acordando.

Recuerdo el día que nos casamos: lucía un espléndido sol de invierno, algo blanquecino. Las cinco y treinta de la tarde. Mi traje blanco y el paso firme de “Hay que seguir adelante” y en ese ímpetu, sin querer, tu madre me pisó la cola haciéndome frenar en seco. Mi padre, padrino de la boda, te había cedido la flor que llevaba en el ojal que, por un malentendido, tú no llevabas. Y al salir de la iglesia nadie se había acordado del tradicional arroz, así que nos tiraron garbanzos. No me dí cuenta de tantas señales, ni aprendí a hacerles caso hasta mucho después.

De la ceremonia recuerdo mi petición: “Señor haz posible que le ame” y cuando el cura dijo que nos cogiéramos las manos, las tuyas temblaban tanto y estabas tan pálido que creí que te ibas a desmayar. Aquel día era el veintidós de diciembre, día de la Lotería de Navidad. Y así fue, como un sorteo, podía salir bien o salir mal.

Tenías los ojos azules y a mi siempre me han gustado. Tenías, porque hace tres años te fuiste muy lejos para que nadie te pudiera alcanzar.

Desde que nos divorciamos (aguantamos bravamente diez años casados) no nos volvimos a hablar. Las palabras imprescindibles si teníamos que tratar algún asunto de nuestros hijos. Por eso empecé con las cartas, era la única forma de decirte lo que realmente sentía, lo que quería expresar de verdad, en lugar del ceño fruncido, la mirada huidiza y la ausencia de sonrisa.

Después de veinticinco años divorciada ahora me preguntan mi estado civil y me quedo atascada: no asumo que soy viuda.

No sé si te quise de verdad, pero fuiste mi primer hombre y fuí tu primera mujer, juntos aprendimos ese arte tan difícil que llaman hacer el amor y casi la única faceta de nuestra vida en la que estábamos de acuerdo.

El tiempo todo lo cura o lo borra o lo hace más manejable. Ya no te echo la culpa y espero que tampoco me culpes a mí de tantos desencuentros, tristezas, sinsabores... Si hubiera un concurso de “Cómo destrozar la ilusión” nos darían el primer premio.

Probablemente ganaste tú porque rehiciste tu vida y, al menos en apariencia, fuiste feliz. Pero, ahora te lo puedo decir, unos días antes de tu boda viniste a mis sueños a pedirme permiso para casarte de nuevo y yo, de todo corazón, te lo dí.

No fui a tu funeral ni a tu entierro. Gracias a Dios tenía una gripe inmensa que me retuvo en la cama. Unos días antes de tu partida, como si lo presintiera, empecé a llorar por dentro y me dí cuenta: pasara lo que pasara entre nosotros, tu habías sido el padre de mis hijos, merecías, no sé si mis lágrimas pero sí mi respeto.

Estés donde estés espero que seas muy feliz. Te recuerdo cómo eras cuando te conocí: pelo rubio, ojos azules, delgado, inteligente y aún sabías sonreir.

En el primer trimestre que yo estuve en Madrid recibí noventa cartas tuyas. En ellas contabas lo que hacías: tus charlas con los compañeros, las clases, tus ideales, tus luchas y, sobre todo, lo que querías hacer y compartir conmigo. Las guardé en secreto durante mucho tiempo, luego las rompí una a una, a medida que mis ilusiones también se iban rompiendo.

Sigo sin saber si te quise, si te quiero, pero ahora ya sé que es el momento de que recibas todas estas cartas mías, todas juntas consumidas por el mismo fuego. Una vela blanca, un incienso, unas flores... Querido, va por ti.

14 mayo 2014

Plena primavera

Hacía años que no me sentía así, totalmente abierta, unida al Universo, capaz de sentir por cada poro de mi piel cada vibración, cada ser, cada latido.

Solo Ser, sentada sobre una flor observar como toda la Vida me descubre sus secretos, sentir que en este momento no necesito nada más, soy una minúsula célula o la montaña más alta, todas las flores, el mar, los elementales, mis animalitos... Soy el sol blanquecino de este día, la lluvia que riega la tierra, el penetrante aroma del jazmín recién nacido... y algo girando dentro de mí, despacio, acompasado a otros ritmos como el mío y haciendo que la Alegría me inunde y crezca y se expanda hasta el infinito, haciendo que mi sonrisa esté ahí y las lágrimas sean bellas y dulces y en lugar de empañar mi visión la acrecienten.

Bendita Primavera que me ha traído el regalo de esta sensación olvidada, dormida, pero que ahí está de nuevo y me aferro a ella aún con dudas ¿cuámto durará esta vez, seré capaz de retenerla? ¡Fuera pensamientos, fuera! Solo disfrutar de lo que es mío, de los sentimientos que me animan, me arropan, me miman,,,, ésta soy yo, ni más ni menos.

Yo Soy Todo, lo que ya está creado y lo que puedo crear, mis sueños reales puestos en pie existiendo en otros lugares a los que estoy a punto de acceder, en los que pondré mi bandera y tomaré posesión. La vibración del arco-iris me acompaña, Unámonos mis afines, mis iguales, juntos tendremos esa Nueva Vida anunciada y creída. La intensidad de mi voz y mi canto será suficiente y cada uno de vosotros ofrecerá de si mismo lo más importante, aquello que posee en abundancia y quiere compartir. No será, ES, un lugar hermoso, porque la Belleza es importante y la Luz, la Armonía, la Paz, el Amor están siempre con nosotros porque sabemos cuidarlos como las plantas de un magnífico jardín.

Si, ya sé, hay todavía mucha gente “sensata” que cree que solo es una utopía, algo irrealizable, pero el coraje también me pertenece, nací un 14 de julio, el día que comenzó la Revolución Francesa con sus propuestas de Igualdad, Fraternidad y Libertad para todos los seres humanos.

Hoy es 12 de marzo de 2011= 10 (todo o nada) = 1 (comenzar algo) y seguro que los que entienden el Calendario Maya tendrán muchas más explicaciones y las posiciones astrales de este día también darán mucha información.

Yo, humildemente, solo quiero transmitiros mi estado de ánimo y desearos a todos una Feliz, Plena y Creativa Primavera.

27 abril 2014

El pequeño dragón

Por las noches, cuando la niña se dormía, sin que nadie, ni ella misma se diera cuenta, su pecho se abría y, de lo más profundo, salía un pequeño dragón negro.

El dragón, unas veces por la puerta y otras por la ventana, salía a la calle. Con mucho cuidado, escondiéndose, buscaba un sitio elevado y, desde allí, volaba hacia el cielo.

En el cielo el dragón se sentía a gusto, su piel era del mismo tono que la noche y sus ojos, como brasas, podían confundirse con las estrellas, allí no tenía que esconderse, pero seguía siendo un dragón. Cuando se cansaba de dar vueltas por el cielo y ver las luces de las casas, allá abajo, volvía. Unas veces entraba por la ventana y otras por la puerta. Se metía en el pecho de la niña y allí, tranquilamente, esperaba que pasara todo el día y llegara de nuevo la noche.

Pero una noche la niña se despertó en el momento justo en que el dragón de regreso, se metía en su pecho y muy asustada le dijo: “¿Quien eres, que haces, adonde vas?” “Pues soy un dragón, fui a dar mi paseo de cada noche y ahora iba al fondo de tu pecho que es donde vivo” “Pero eso no puede ser, yo no te conozco, no te había visto nunca y, además, es imposible que una cosa tan horrible viva en el fondo de mi pecho, ¿como llegaste allí?” “Yo nací cuando tu naciste, siempre he vivido ahí”. Y, sin más, la niña vio horrorizada como el dragón metía su cabeza, sus patas delanteras, su enorme lomo, las patas traseras y hasta el último extremo de su cola. Contuvo la respiración y estuvo muy quieta a ver si notaba algo, si oía cualquier cosa, pero nada.

A la mañana siguiente, se aseó y cuando estaba desayunando se lo contó todo a su madre, pero ella, con una sonrisa, la acaricio y le dijo: “Has tenido un mal sueño, eso no es nada. Durante todo el día fíjate en las cosas bonitas que tenemos alrededor: las flores, la hierba, el sol, los pájaros...

Ella hizo caso y se fijó mucho en todas las cosas. Por la noche ni siquiera se acordaba del dragón y enseguida se quedó dormida, pero, a la misma hora, sintió un ruido y se despertó: era el dragón que regresaba de su paseo y, sin querer, había soltado de golpe, al cerrar la ventana “Siento haberte despertado -dijo- sigue durmiendo, que no haré mas ruido”. Como la noche anterior, metió primero la cabeza, luego las patas delanteras, el gran lomo, las patas traseras y hasta el extremo de la cola.

Por la mañana, se lo volvió a decir a su mamá y ésta se quedó pensativa y le dijo: “Pensaré en lo que me has contado y, cuando vuelvas a comer, a lo mejor ya tengo la solución”

La mamá de la niña habló con una amiga y esa amiga con otra y con otra: todas decían que era una cosa muy rara, que nunca habían oído nada parecido.

Al volver a casa, la mamá de la niña, se encontró con una vecina y también le contó lo que sucedía “Un caso muy raro -dijo la vecina- iremos a ver a mi abuela ahora mismo”

Caminaron hasta donde terminaba la ciudad y comenzaba el bosque. Eran los primeros días de invierno, hacía frío pero lucía el sol, las hojas de los árboles ya se habían caído, se oía el sonido de un arroyo, bordeado de muchas plantas y distintas variedades de pájaros volaban cerca, dejando oír sus voces. 

“Abuela ¿estás ahí? Vengo acompañada” “Pasad, pasad, sed bienvenidas” Era una casita minúscula, parecía de juguete, pero todo estaba muy limpio y ordenado. Por todas partes había frasquitos de cristal con hierbas en maceración y hatillos de flores y plantas puestos a secar. En un hornillo, una pequeña tartera, echaba humo. “¿Queréis una infusión de menta?, acabo de prepararla” “No, muchas gracias, pronto será la hora de la comida y tengo que volver a casa” Y la señora empezó a contarle el caso de su hijita.

“No debes preocuparte – dijo la anciana- todos llevamos dentro muchas cosas, tu hija es afortunada porque puede verlo. Mira, antes de dormir, dale un vaso de leche caliente y le echas diez gotas de éstas. Cómprale lápices de colores y papel blanco, dile que dibuje el dragón más bonito que pueda, luego por la mañana pregúntale como fue todo y dentro de nueve días vuelve a verme”

La niña llegó a comer y su madre le dijo: “Te he comprado papel y muchas pinturas de colores ¿que tal si dibujaras un dragón muy bonito?” No se, ahora no tengo ganas de dibujar, pero me llevaré todo esto a mi habitación.”

Aquella noche, después de beberse la leche caliente, la niña se quedó dormida, cuando despertó, el dragón estaba a punto de meter la cabeza en su pecho. “Espera, espera, quiero verte bien, porque me ha dicho mi mamá que dibuje un dragón y no sé muy bien como eres” “Bueno, yo tampoco sé como soy” “¿Nunca te has visto” “Pues no” “Ven, si no haces ruido, podrás verte en el espejo grande del fondo del pasillo, voy a encender la luz, para que te veas mejor” “AHHHHHHHHHHHH -gritó el dragón- ¿eso tan feo soy yo, y con esas patas y esa cola tan grande?” “No grites, vas a despertar a todo el mundo” “¿Crees que podrías dibujarme mejor?” “Dicen que dibujo muy bien, puedo intentarlo. Podemos empezar ahora mismo, ven a mi habitación y estate quieto para que salga perfecto”

Después de muchos: “O te estás quieto o no sigo, si te mueves me va a salir fatal, etc. La niña cogió los colores- no se me había ocurrido ¿eres dragón o dragona?” “No sé, yo creo que debo ser como tú, como vivo dentro” “Bueno, pues a las niñas, nos gustan los lazos, las diademas, las pulseras, los pendientes, ¿que te parece? Ya puedes verlo”
Había pintado al dragón color rosa fuerte, con los ojos verdes, un lazo grande en el cuello, otro en la cabeza, pendientes y una pulsera en su pata delantera derecha

“!Que horror!” dijo el dragón- es un color horrible !y todos esos adornos!” “Está bien, no hay problema, pintaré otro, pero mañana, ahora tengo mucho sueño”

La noche siguiente lo pintó azul añil, aunque algunas partes como la cabeza, el pecho y las patas delanteras, eran de un azul mas claro. “No me gusta- dijo el dragón- es un color insípido, aburrido, no dice nada”.

Así, cada noche, pasaron por un color distinto, pero al dragón no parecía gustarle ninguno.

La niña ya estaba muy enfadada y el noveno día pensó: “Si el dragón que pinte esta noche tampoco le gusta, le diré que se busque otro sitio donde vivir, no me importa lo que dice que nació conmigo y no conoce otro lugar, ya no le aguanto mas”

Aquella noche, la niña se esmeró, dejó la cara, la parte delantera y las patas, blancas y el resto con franjas de todos los colores, el final de la cola, verde y, las patas delanteras, las suavizó de forma que parecían manos, pero de cuatro dedos. Lo ojos los dibujó redondos, grandes y tan expresivos que parecían sonreí r. “Bien, ¿que te parece?” “Es increíble, te ha salido perfecto, así, exactamente así soy yo” “Vaya, menos mal, me alegro que te guste, ahora solo tienes que meterte en el dibujo” “vamos allá” “Muy bien, muy bien, lo has conseguido a la primera. Ven, vamos a que te veas en el espejo” Esta vez no hizo falta que encendiera la luz, pues el dragón la desprendía, aunque muy suave. “Si, si -decía el dragón, mientras se movía ante el espejo para verse por todas partes- es perfecto.”

Desde entonces, la niña y su dragón salían algunas noches los dos juntos y exploraban el vastísimo mundo de los sueños.

Su mamá volvió a la casita de la anciana para darle las gracias y ella le dijo: “Me alegro que todo haya funcionado tan bien. Normalmente los dragones desaparecen cuando las niñas tienen doce o trece años, pero creo que tu hija lo conservará toda su vida”

08 abril 2014

Cartas no enviadas (III) - Carta Medieval

A mi amada, la más bella doncella:

Sabéis, querida Arlinda, que aunque un mar entero nos separe, para los corazones no hay distancia, sobre todo si los dos laten por el mismo amor.

Está mi vida como adormecida porque aunque mi cuerpo ande en las faenas diarias y mi cabeza ocupada en dirigir esta nave, mi corazón solo a vos pertenece y ahí guardo todo lo que de verdad me importa que es cumplir con honor mi cometido y esforzarme al máximo en que lo más breve sea, para regresar a vuestro olor, vuestros labios, vuestro tierno abrazo.

Por las noches duermo poco porque es el tiempo en que más os añoro. Cesan los ruidos y la imaginación se escapa: vuelo a vuestros aposentos y mis deseos desbocados fluyen. Ardo y espero el día feliz de desposaros, de que por completo seáis mía y yo vuestro, amada, porque no veo mayor deleite que podamos compartir lecho durante todo el tiempo que nos permitan los cielos tener vida.

Veo nuestra descendencia crecer alegre, en ellos reflejados nuestros rostros, nuestros gestos… el orgullo de haberlos engendrado, la ternura que vos, sin duda, derramaréis sobre ellos hasta el punto de hacerme sentir algo de envidia, porque de todos es sabido que algunas madres relegan al esposo a favor de sus retoños.

Os amo ¡tantas veces os lo he dicho! Y aunque sé de cierto que vos también me amáis, será por decoro o timidez pero nunca me lo habéis dicho. ¿Qué tendré que hacer para tan dulce frase poder oír? Nunca me quejé, bien lo sabéis, pero aquí, solo, tan alejado, entran las dudas y me corroen por dentro llegando a pensar que mi esperanza es vana.

De rodillas os lo suplico mi dulce Arlinda, decidme que me amáis, que sois mi enamorada y que nada torcerá vuestra voluntad, que me esperareis hasta que vuelva y juntos empezaremos esa nueva vida que por mi parte tanto anhelo.

Cuando arribe a puerto os escribiré de nuevo. Rezad por mí porque aunque la tarea que me han encomendado no es en exceso peligrosa, confío en que vuestra pureza llegará mejor y por la Divinidad misma seréis atendida.

Ya se han encendido las estrellas. A mis ojos no son más que un pálido reflejo vuestro .Soñaré con vos, sois el mejor de mis sueños porque espero que un día cercano se vuelva verdadero.

Aunque bien quisiera, nada más puedo decir, mi corazón siente frío y mi alma me recuerda que he de seguir adelante con coraje y gallardía para que, además de amarme, podáis sentiros muy orgullosa de vuestro caballero.

Os ama y amará eternamente,

Álvaro De Cifuentes

04 abril 2014

Silencio

Él era silencioso como la respiración de un jardín. Tal vez tenía una gran belleza interior que se asomaba a sus ojos de un azul intenso, pero que no dejaba que nadie descubriera, le daba un enorme pudor mostrarla. En aquellos tiempos no era bueno para un hombre demostrar ternura y externamente era fuerte, duro, recio, como el trabajo que hacía, bueno, como uno de los trabajos. porque también era pastor.

Tenía unas veintitantas cabras a las que llamaba, silbaba, arengaba, y un perro tan listo que lo mandaba a casa por la petaca que había dejado sobre la cómoda y el animal cruzaba campos, vías del tren, entraba en la casa y regresaba justo con eso, a pesar de que los perros son perros no hay que andarles con zalamerías o premios por algo que es su obligación y su obligación es guardar las cabras y guardar la casa, decía él.

Probablemente fue rubio en su juventud, cuando yo era muy pequeña pues no me acuerdo, luego siempre lo recuerdo con el pelo muy corto y totalmente blanco.

Nací a mil km de donde él vivía, pero antes de cumplir mi primer año me llevaron a su casa y sé que, cuando no lo veía nadie, me cogió en sus brazos, él tan grande y yo tan pequeñita, y me dijo algo, me meció hasta que me quedé dormida y en mí se quedó esa sensación de protección, de que allí entre aquellos brazos tan fuertes y tan cerca de un corazón que rebosaba ternura, no podía pasarme nada malo, allí podía dormir tranquilamente. Y en su casa, dí mis primeros pasos.

Mucho después pensé que se quedaba dormido en las tardes de mucho calor, al amparo de un gran árbol que diera buena sombra, sobre un verde trigal que sería de ese color durante muy poco tiempo. Miraba el cielo, veía transformarse las nubes en barcos, o grandes animales, o en un rostro casi reconocible. Pero, aunque ni siquiera lo sabía, amaba el color verde, por eso su mujer y sus dos hijos tenían los ojos de ese color.

Todo era muy sencillo: un trabajo duro, comida escasa, plantar algo en la huerta alquilada, ordeñar las cabras e ir con ellas, cuando se podía, al otro lado de la vía… Y los trenes, la casilla, aún están en el mismo lugar. Cerca hay chumberas y poco más.

En el patio macetas grandes con las mismas plantas año tras año. Nunca hubo un jardín.

Su sabiduría se había ido formando de la experiencia día tras día, de la observación tranquila de la Naturaleza. Era de tierra. A pesar de tener tan cerca el mar nunca tuvo curiosidad por acercarse a él. Tal vez sí le gustase el aire, el que por la tarde refrescaba los días tórridos del verano, el que formaba remolinos de polvo que se posaba en todas partes. No llegué a saber si le hubiera gustado ir a otros lugares, conocer cosas y gentes diferentes.

Amaba profundamente a su mujer, aunque jamás se hubiera atrevido a besarla en público y supongo que debió ser muy duro que a su hijo mayor lo mandaran a la guerra con diecisiete años. Tal vez lloró su amargura a escondidas, por no poder ir en su lugar.

Luego sí lo vi llorar, cuando ya era muy mayor, cuando se despidió de mí para siempre, porque los dos sabíamos que era nuestro último abrazo. No lo vi morir, he tenido la suerte de que nunca he visto morir a nadie.

Siempre fue dándose plazos: vivir hasta ver a los hijos mayores, casados, con hijos… Para ver una nevera, un televisor, no llegó a tener teléfono en casa.

En sus últimos tiempos tenía en una habitación un quiosco donde vendía y cambiaba tebeos, novelas, revistas. Cuando cerraban, él y su mujer, hacían recuento de lo que habían sacado. Me hacía gracia que se intercambiaran las gafas, tenían la misma graduación.

No era amigo de fiestas, bailes, ruidos, por eso había en su interior como una gran pureza. Las cosas que produce la Naturaleza son buenas, puras, sin contaminar. Cada estación tiene sus ciclos de trabajo: siembra, maduración, recogida y descanso. Y así debe ser también para las personas. Cuando sale el sol hay que levantarse, cuando se pone hay que recogerse y, de vez en cuando, se saca una silla a la puerta y se pueden contemplar las estrellas durante mucho rato, hasta que la respiración es la misma y el latido es el mismo.

Luego vino aquí, el último año, y su corazón se partió varias veces. Ese corazón que nunca había querido mostrar por excesivo pudor, se rompió. Yo sujeté su mano y le dije que todo estaba bien, traté de transmitirle aquella protección que él me había dado a mí tantos años atrás.
Cuando se fue mis hijos aún no habían nacido, pero los dos tienen los ojos verdes.       

31 marzo 2014

Mariola

Mariola se remanga la falda y mete los pies en el río !Que delicia el agua tan fresca!. Lleva las alpargatas al hombro, atadas por los cordones, para que no se mojen, son las únicas que tiene, además de unas botas gruesas con suela de madera para el invierno y que le hacen tanto daño que no quiere ni pensarlo. En realidad ella es mucho más feliz cuando está descalza, desde niña ha corrido así por todo el pueblo y los campos de alrededor, pero su madre siempre le está diciendo: -Cálzate, si siempre vas descalza, se te deformarán los pies y se harán enormes, parecerás un hombre ¿eso quieres?

La verdad es que no tiene muy claro qué importancia puede tener que sus pies sean grandes o pequeños, ella no necesita zapatos, vive muy bien sin ellos, aparte de que, en todo lo que recuerda, nunca ha tenido alguno que no le molestara en algún sitio, produciéndole ampollas o rozaduras. Lo más cómodo son la alpargatas, sobre todo cuando ya están muy viejas, como las que lleva ahora mismo colgadas del hombro.

De pronto piensa que debe ser tardísimo, sale corriendo del agua y sigue corriendo sobre la hierba, justo antes de entrar en casa se calza, para no tener que soportar la regañina de su madre.

Pronto será la hora de la cena, pone la mesa, sus hermanos van llegando: cuatro hombres grandes como castillos que hoy llegan de buen humor y la cogen de la cintura y la levantan por el aire, porque ella es muy menuda: 

-Que tal hermanita?, Van a ser las fiestas y ya eres una moza. Si, vendrás con nosotros al baile. ¿Que te parece madre

-“A mi muy bien. Aunque era una sorpresa te lo diré Mariola: te estoy cosiendo un vestido con el que estarás preciosa, pero, como siempre, no tienes zapatos que calzarte 

-Bueno, podría ponerse unos tuyos 

-Imposible, ella tiene, por los menos, dos tallas más 

-Vamos chicos, ya hablaremos, todos a la mesa, que ya ha llegado padre.

Mariola piensa, ya en su cama, en el hijo del zapatero, Félix. De niños compartían pupitre en la escuela y corrían y jugaban juntos, pero habían crecido y ahora apenas se saludaban cuando se cruzaban por la calle. Una vez le dijo, mirándola a los ojos, que cuando fuera mayor, le haría unos zapatos muy bonitos y sobre todo, tan suaves y cómodos como un guante. Pero hacía mucho de aquello, ahora ya eran grandes.

Al día siguiente, su madre le probó el vestido, que de verdad era precioso: azul fuerte, ceñido en el talle y con gran vuelo que llegaba a los talones, además de un fino cuello de encaje. 

-Iría bien -dijo la madre- con unas medias finas y unos zapatos de charol negro con un gran lazo, pero no tengo idea de dónde podemos sacarlos, aunque, como solo es por una noche, podríamos pedirlos prestados. Sí, ya sé, se me acaba de ocurrir, además creo que incluso tiene los pies un poco más grandes que los tuyos, con lo que no te molestarán en absoluto.

A Mariola no le hacía ninguna gracia la idea, pero era mejor no decir nada y asintió con la cabeza y una tímida sonrisa.

Llegó el gran día, sobre la cama el vestido recién planchado, al lado unas medias finas, las primeras que iba a estrenar en su vida y en el suelo un par de brillantes zapatos negros, con una gran lazada del mismo color en el empeine. Se puso las medias y se probó los zapatos: demasiado grandes. En eso entró su madre y dijo: 

-Perfectos, te quedan perfectos, solo tendrás que poner un poco de algodón en la punta.

Después de la cena, la fiesta parecía ser en la propia casa, sus hermanos se arreglaban con grandes bromas y risas, diciendo también a qué mozas pensaban sacar a bailar y, por supuesto, a su hermanita para que se fuera acostumbrando. A Mariola su madre la ayudó con el vestido, la peinó y le puso un gran lazo blanco que destacaba mucho en su pelo negro. Con el truco del algodón los zapatos parecían de su tamaño y, por ahora, no le molestaban en ningún sitio: 

-No te separes de tus hermanos, después iremos tu padre y yo y vendrás de regreso con nosotros. No es porque seas mi hija -dijo mirándola con orgullo- pero serás la más bonita del pueblo.

Cuando llegaron ya había empezado el baile, mozos y mozas bailaban y algunos matrimonios vigilaban que todo fuera correcto. Al lado de la banda de música se ponían los chicos, que miraban justo enfrente, tratando de adivinar si las muchachas aceptarían bailar con ellos y ellas reían y se ruborizaban, pero, naturalmente, tenían sus preferencias y les destinaban pícaras miradas que les dieran ánimos para acercarse.

Las mozas con hermanos mayores tenían el privilegio de bailar con ellos, aunque solo a ratos, porque ellos también tenían ya echado el ojo a las que consideraban más bonitas.

Así que Mariola empezó bailando con sus hermanos y al principio todo fue bien, pero sus zapatos, al quedarle un poco flojos y a pesar del algodón de la punta, empezaron a rozarle los talones, hasta que el dolor de las ampollas se hizo muy fuerte y la chica salió corriendo y fue a sentarse al pie de un roble. No le importaba manchar el vestido, solo quería descalzarse. Se quitó los dichosos zapatos, las medias y miró sus doloridos talones: tardarían varios días en quedar como antes, no es que le dolieran tanto como para eso, pero empezó a llorar. No se dio cuenta de que alguien se había acercado a ella y acariciaba con gran suavidad uno de sus pies. Era Félix que con mucha ternura le dijo: 

-Siento mucho que te hayan hecho ampollas

Ella no sabía qué hacer, pero dijo: 

-Es que los zapatos me quedan un poco grandes 

-Recuerdo -continuó el chico- que cuando éramos pequeños, te gustaba mucho ir descalza y durante muchos años te vi feliz corriendo por prados y montes 

-Pues si te acuerdas de eso, también recordarás que me dijiste que cuando fueras mayor me harías unos zapatos 

-Vaya, pues eso sí que no lo recordaba ¿cómo te gustaría que fueran

-Me da igual con tal de que no me hagan daño 

-Está bien, serán tan suaves y cómodos que creerás que no los llevas puestos 

-Pero deben ser muy caros y yo no tengo dinero 

-Bien, haremos un trato: si te aprietan o no te gustan, me los devuelves y en paz, pero si son como yo te digo, solo bailarás conmigo en las fiestas, ¿Hay trato?

Mariola se lo pensó un momento y luego le tendió su mano 

-Hay trato

Félix la acompañó a la fiesta porque ya sus padres la estaban buscando y se fue a su casa deprisa, antes de olvidar las medidas exactas de aquel pie que hacía un momento había tenido en sus manos.

Durante los siguientes días, el muchacho estuvo muy atareado: sin duda la piel más suave era la de cabritillo, luego teñirla y cortarla, dejándola lista para unir a la suela, forrada por dentro y acolchada en los puntos precisos y además les pondría un pequeño tacón. Tendrían la punta ancha, redondeada y el zapato se ataría con cordones.`para así ceñirse mejor al pie. Por el número no había ningún problema, tenía una habilidad especial en saber la medida exacta de cada pie y más, como en ese caso, habiéndolo tenido en sus manos. Mariola tenía los pies algo grandes para una muchacha, ya que no era muy alta, un siete y medio tal vez, no, seguro.

Desde pequeño que veía diariamente a su padre, le gustaba aquel oficio, ahora trabajaba con 

él y hacía zapatos y botas por encargo, a medida y, hasta ahora, nunca había tenido ni una sola queja, al contrario, había personas que después de probar sus zapatos, venían a encargar los de toda su familia. Siempre seguía el mismo procedimiento: se fijaba como caminaba el hombre o la mujer durante un momento, luego les pedía que se descalzaran y le dijeran si tenían algún problema, si sus zapatos les molestaban en algún sitio concreto, si sentían el pie oprimido o al contrario, demasiado flojo .Estudiaba también los zapatos que el cliente acababa de quitarse y luego, ya al final, cogía uno de los pies en sus manos, se fijaba en los dedos, el empeine, el talón... cuando ya tenía todo bien estudiado, mientras la persona se calzaba de nuevo, tomaba un montón de apuntes y hacía varios dibujos, para no perder ni el más mínimo detalle. Escogía la hechura, el color y cuando los entregaba estaba seguro que serían lo más cómodo que jamás hubieran usado.

Pero esta vez estaba un poco nervioso porque Mariola le importaba mucho, desde que eran pequeños, pero luego crecieron y nunca se atrevió a decirle que le gustaban no solo sus pies descalzos (lo que más bien debería ser una ofensa para un excelente zapatero como él) sino todo lo demás que la acompañaba: su risa, su inocencia y como se tapaba los ojos poniendo la mano extendida de visera cuando el sol era muy fuerte y aunque ella parecía no verlo, él también se iba a remojar al rio y a pescar y la veía de lejos con las alpargatas al hombro... Sí, haría los mejores zapatos para ella y bailarían en todas las fiestas y después le haría también unas botas para el invierno y unos botines muy finos, color granate, con una hilera de botones forrados.....

Durante una semana estuvo tan absorto en su trabajo que apenas si salió del taller, su padre con tono burlón le dijo: 

-Vaya, por el afán que pones, debe ser un cliente importante, seguro que cobrarás un buen dinero -Pues en algo aciertas, padre, es el cliente más importante de mi vida, pero no me pagarán por ellos, son un regalo prometido hace mucho tiempo 

-Ya me he fijado que alguien especial tiene que ser porque apenas comes ni duermes. 

-Eso ya da igual porque esta misma tarde iré a entregarlos

Cuando el sol se puso, Félix se aseó, se puso su mejor ropa y envolvió los zapatos en un papel suave, metiéndolos después en una caja y allá fue, con ellos bajo el brazo y el corazón feliz pero acelerado. Pensó primero en ir hasta casa de Mariola, pero luego supuso que ella estaría volviendo de su paseo por el rio y efectivamente, la vio sentada a los pies de un árbol calzándose las alpargatas.

-Espera -dijo él- no te las pongas, pruébate estos zapatos que te traigo

Ella alzó la cabeza muy sorprendida, luego abrió la caja, retiró el suave papel y dijo, con una gran sonrisa 

-!Son preciosos y que suaves! Vamos a ver si además son cómodos y de mi tamaño

Metió los pies, los ajustó bien, ató lo cordones y se puso en pie, primero dio pequeños pasitos, luego pasos más largos, incluso saltó y corrió un poco, luego con una cara de plena satisfacción dijo: 

-Son perfectos, no me molestan en ningún sitio y puedo hacer todo lo que hago cuando estoy descalza. Muchas gracias

-¿De verdad no te molestan, ni te aprietan, ni te rozan en ningún sitio?

-Si, si, de verdad, estoy comodísima, nunca creí que llegara a decir tal cosa de unos zapatos 

-Bueno -dijo Félix bastante azorado- ahora tendrás que cumplir con tu parte del trato 

-Es justo, solo que hasta San Cosme no habrá otra fiesta y para eso falta casi un año

El chico no había pensado en eso y se sentía tan triste que a punto estuvo de llorar, pero Mariola, soltando una gran carcajada dijo: 

-Yo creo que hay otra solución, porque bailar, bailar, también podemos bailar aquí mismo y así los estreno de verdad

Sonó una música imaginaria que ellos oían perfectamente y, a pesar de los giros lentos o rápidos, algún que otro tropezón y un pequeño pisotón, los zapatos resistieron, siguiendo igual de suaves y cómodos.

Antes de S. Cosme, Félix hizo los zapatos de novia para Mariola con la que se casó y luego le hizo las botas para el invierno y aquellos botines finísimos de tacón alto y una hilera de botones forrados y hasta se atrevió con unas sandalias muy fresquitas para pasear junto al rio, aunque sabía que, de cuando en cuando, ella dejaba sus pies totalmente libres y, de todas formas, a él le encantaba acariciarlos.