15 marzo 2015

Bichos

6,45 de la mañana, La Habana. Entro en el baño provista de mi toalla con la intención de ducharme. Supongo que por costumbre dentro de la ducha hay una escoba con base y mango de madera y ese día, justo encima, una lustrosa cucaracha de piel negra y brillante. Pienso que tengo dos opciones: chillar en plan histérico, pero es demasiado temprano y asustaría al personal, o bañarme con ella en plan colegas. Opto por lo último, abro el grifo con la aprensión de que se me suba a los pies, pero no, se esconde detrás de la escoba con lo cual desaparece de mi vista.

No vuelvo a verla en los días siguientes por lo que pienso que a lo mejor ha sido producto de mi imaginación calenturienta, pero el dueño de la casa me dice:

-Esta mañana he visto una cucaracha corriendo por el pasillo

Sonrío y le cuento mi historia además de sentir que mi salud mental sigue intacta.

De paso recuerdo otra anécdota:

El marido de una de mis primas, en Alicante, se echó a dormir la siesta en una mecedora al aire libre y poco después se levantó dando gritos y buscando frenéticamente una botella de cualquier licor con mucho contenido en alcohol.

Se había quedado dormido y una cucaracha se le metió en la boca. Estuvo enjuagándose como un mes y aunque el animalito no le había hecho nada, supongo que lo que sentía era el asco de recordar esa sensación.

Cuba, por su clima húmedo y caluroso, propicia el que plantas y árboles crezcan exuberantes y llenos de vida, al igual que bichos de todas las especies conocidas y, algunas, desconocidas para mí. Simplemente, te sientas y observas montones de insectos. Una noche hubo una invasión de hormigas voladoras y por primera vez vi que si pones un recipiente con agua debajo, acuden al reflejo y quedan en el agua.

No solo insectos, claro. En el techo de mi cuarto una lagartija se paseaba por el techo y en una oficina estatal, la empleada se quejaba de que las chinches se acomodaban en las costuras de su chaqueta de tela.

En la clínica adonde acudí a darme unas terapias, un día la administradora empezó a gritar y hacer gestos sacudiendo las manos porque un alacrán acababa de picarle entre los dedos pulgar e índice producíendole el consiguiente dolor.

Por supuesto moscas y mosquitos “salvajes” que vinieron, como de costumbre, a saludarme TODOS. Abejorros enormes, polillas...

Tal vez lo más sorprendente sea que a pesar de estar en enero, se veían algunas mariposas muy bellas.

No me gusta incluirlos en la categoría de bichos porque no me resultan repulsivos sino todo lo contrario.Vi varios colibríes, gorriones, palomas y unas aves grandes, oscuras, de grandes alas que se llaman aureas tiñosas, volando resultan magníficas aunque allí no tengan muy buena prensa porque son carroñeras.

En fin, he vuelto a la “civilización” y seguro que con la intención de darme la bienvenida, me ha visitado un mosquito, uno solo, pero con muy malas intenciones.

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