27 enero 2014
Amanecer en Juriquilla
Me había despertado muy pronto,
todavía era de noche y estaba más que harta de dar vueltas. Me
levanté, miré el reloj: las 6,30 am. Ni siquiera la frase de: “un
ratito más”.
Bueno, podía ver amanecer. No
despertarme por la claridad, sino seguir todo el proceso punto por
punto.
Recordé eso que decían por la radio:
Hoy amanecerá a las 6,59, se prevén cielos despejados con cirros
hacia el oeste, visibilidad buena, vientos flojos del norte, rolando
a noroeste, temperatura prevista: mínima de 8º, máxima de 16º.
Me puse unos calcetines, una chaqueta
gruesa y me enrollé una manta más arriba de la cintura. Las seis
cincuenta. Puse dos mandarinas en un plato y me senté sobre la cama
mirando hacia el este.
De momento todo estaba muy oscuro,
bueno no todo: ya había luz en algunas habitaciones de la
urbanización y los coches, pocos, salían rodeados de una enorme
burbuja rosa que yo les iba poniendo, para desearles buen día. A la
derecha las luces eran grandes y blancas, en el centro había muchas
más pequeñas y anaranjadas y más al fondo temblaban mucho como
anunciando el frío de la mañana.
Justo debajo de dos grandes árboles
pasaba una carretera de la que solo se veía el rastro luminoso de
los escasos vehículos que pasaban.
Las 7 y cuatro minutos ¡Que poco
puntuales. A ver ¿quién es el responsable? Un poco de seriedad!
Como si me oyeran. De pronto algo de
claridad justo al este. Muy despacio, no hay ninguna prisa. Luego un
poco más y más. Las luces se habían ido apagando y ya los
contornos se veían cada vez mejor. Yo estaba esperando el momento
en que las nubes se volvían rosadas, tal vez ahí es cuando de
verdad podía decirse que había amanecido.
Y si, primero una pequeña, alargada,
luego otra, bastante más grande, enfrente de mi ventana. Y entonces
lo vi: el Caminante del Cielo, cubierto con una capa con capucha
color verde, brillante y apoyado en su bastón de oro, andaba
despacio. Me quedé pasmada y más cuando él volvió la cabeza y me
miró sonriente. A pesar de su longeva edad, saltó ágilmente a la
siguiente nube y a la otra, en dirección al oeste.
Miré el reloj: todo había sucedido en
veinte minutos. No, el sol aún no había salido, seguro que él si
estaba diciendo: “Un poquito más”.
Ya todo estaba en movimiento: la vecina
había puesto la batidora, seguro que preparando el desayuno de los
niños antes de ir al colegio y…. sería en directo o un cd? Se oía
perfectamente una marcha militar “Venga, todos arriba que ya
amaneció ¿no lo están viendo? Vamos, hay muchísimas cosas que
hacer ¡Arriba!
Ahora sí ya era tiempo de desayunar.
Buenos días a todos
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