13 enero 2014

Cartas no enviadas (II) - Carta de amor de mi madre.

Querido mío:

Hoy se cumple nuestro cincuenta aniversario, nuestras bodas de oro.

Sé que te acuerdas de todo, yo soy más despistada y sabes, porque te lo he dicho muchas veces, que te amo con todo mi corazón, eres y has sido mi único amor.

Nuestros comienzos fueron difíciles: unos meses después de cumplir tus diecisiete años te mandaron a la guerra junto con mi hermano. Por él supimos que te habían hecho prisionero, pero la confirmación de que estabas vivo no llegó hasta seis meses después en un telegrama que me enviaste por medio de La Cruz Roja. Lloré mucho, pero esta vez de alegría porque, a pesar de todo, de tan terribles circunstancias, estabas bien, Lo leí una y otra vez y lo llevé conmigo, cerca de mi corazón, hasta que aquel papel azul se deshizo.

Cuando por fin regresaste te mandaron a cumplir el servicio militar y después estuviste un año en Zaragoza y cinco años en Vigo. Total doce años de noviazgo, cada uno en un lugar muy alejado, solo teníamos las cartas. Me escribías casi todos los días y en el sobre incluías sellos para que no tuviera que gastar en contestarte, pero yo iba a la tienda y los cambiaba por algún capricho: un plátano, unas pasas, un huevo. Por un lado te lo agradecía porque, como decía mi madre, yo era muy delicada y apenas comía, pero también me sentía culpable por no contestarte con la frecuencia que tu querías. Después de llevar muchos años casada aún soñaba que llegaba el cartero y salía corriendo para leer tu carta y para buscar ansiosamente los sellos.

Mi familia, mis amigas, todos me decían que esperaba en vano, que me iba a quedar para vestir santos, que les hiciera caso a otros chicos que me rondaban. Pero, ya ves, fuimos fuertes, le ganamos a la distancia y el 16 de mayo de 1949 nos casamos.

Era una soleada mañana de domingo y fue una boda doble: mi hermana Isabelita y Jaime, tu y yo. Nos cogimos del brazo y fuimos los cuatro caminando hasta la iglesia, seguidos de los parientes y todos los chiquillos del barrio. Ese día hacía mas de tres años que no nos veíamos. Luego empezó nuestra verdadera vida y cuando alguien me pregunta yo digo que siempre he sido muy feliz.

En estos cincuenta años han pasado muchas cosas: tristezas, alegrías, alguna enfermedad y mucha soledad porque mis padres y hermanos estaban a mil kms., de distancia. Mi vida siempre ha sido una espera, te he esperado tanto, en tantas circunstancias distintas, que llegué a creer que para todas las mujeres era igual.

Nuestra hija me llenó mucho, a ti y a ella dediqué toda mi vida y no me arrepiento. Luego ella se casó y vinieron nuestros nietos, dos niños preciosos, alegres, listos, cariñosos, a los que ayudé a criar con todo el orgullo del mundo.

Todo esto que te estoy contando lo sabes de sobra pero a mi me gusta recordarlo.

A veces me dices con una sonrisa: “Quita, quita” porque siempre me han gustado los abrazos, los mimos, los besos. Solo se lo dije a nuestra hija una vez, con mucho misterio: “Mira nena, lo único que sé es que cuando tu padre me coge la mano yo siento electricidad”

Después de tanto tiempo me he dado cuenta que para mí no solo has sido mi esposo, también mi amante, mi amigo, mi compañero, mi hermano, mi padre, mi enfermero, mi profesor.... todo, absolutamente todo. Pienso que he tenido mucha suerte y que este amor deberían sentirlo todas las personas porque para mi eso es la Vida. Rezo muchas veces y le doy gracias a Dios por haber estado juntos y que podamos seguir así lo que nos quede.

Con todo mi amor

Tu Lita.

0 comentarios (+add yours?)

Publicar un comentario