22 julio 2015

Mañana de Domingo

Mañana de domingo, recién despierta o despertada por los colores del alba, por los sonidos del agua, a lo lejos, sonriente y calmada.

Mi pequeño universo me contempla: bolas de cristal, sirenas, ángeles, hadas. Los siento vivos, amigos, me siento acompañada.

Ya no veré el abeto, la palmera, el acebo... se quedarán aquí y sin mí seguirán viviendo.

Las más hermosas las flores del membrillero, las de azahar que llevaban las novias, prendidas a su cabello como anuncio de pureza, el olor de una promesa que se cumpliría después.

Lavanda que ya no existe, el romero la mitad, el cerezo que por fin se decidió a dar fruto, las manzanas para asar y el césped que, muy alto, impide cualquier entrada al jardín, destartalado por no saberlo cuidar.

Me llevaré la nostalgia, solo unos días, después, se quedará en el recuerdo como algo dulce que ya fue.

Los gallos que despertaron antes del amanecer. Siempre tienen mal el reloj y cantan a cualquier hora.

En la palmera varios nidos de gorriones que ya se aventuran en el aire y, a veces, terminan cazados por la gata. Para ellos un susto feroz, para ella agudizar el instinto, probar si todavía sigue ahí.

Esperar, escribiendo, que sea más tarde para ir al mercadillo, que si voy ahora aún están montando los puestos.

Luego sí, comprar el pan, dar una vuelta completa: flores, frutas, plantas... pero sobre todo las voces de los vendedores. Montones de prendas. Perderme entre los colores.

Olor del aceite de freír los churros, los pollos asándose y algún que otro sudor, no tan agradable. Es verano.

Mi madre me contó muchas veces que, cuando me esperaba, iba con un abrigo de tela fina, porque no estaba bien visto ver la barriga de una mujer embarazada. Las vecinas le sacaban una silla, le ofrecían agua y alguna fruta del tiempo. “Descansa, mujer, que vas bien cargada”.

Pasó el día, como siempre, deprisa, casi sin darme cuenta, hasta que vi a Venus asomar entre naranjas y malvas y pensé: “Soy muy afortunada”.


Blancas mañanas de domingo, esas sí vendrán conmigo, siempre, hasta que mi alma decida que llegó el anochecer.

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