12 junio 2014

Lágrimas - (serie de relatos)

Esta mañana tuve consulta con el oculista que, entre otras cosas, me dijo que mis lágrimas ya no son lo que eran.

Casi me pareció poético y me hizo recordar un cuento que leí hace tiempo que decía que una esposa desilusionada, llora tanto, que sus lágrimas forman un río, al que, desde entonces, también van a llorar las chicas que sufren de mal de amores, por lo que el río se hace tan caudaloso que se convierte en un pequeño mar.

Pensé que si guardáramos las lágrimas (como hacía Susanita, la amiga de Mafalda) de todas las mujeres de la Tierra, nos daría para formar un océano o, si no fuera por la salinidad, volver fértiles muchos lugares del planeta.

Me explicó el oculista que, al pasar el tiempo, las lágrimas pierden densidad, se hacen mas líquidas y este “sucedáneo” de las verdaderas perjudica el ojo, además de producir picor, sensación de tener arenillas, parpadeo, etc.,

-Así que se pone usted estas gotas, no una o dos veces al día, sino siempre que lo considere necesario, sea generosa y además este gel antes de dormir

- ¿Durante cuanto tiempo? - pregunto ingenuamente.

-Ah, esto ya es para siempre-

Recordé que yo, que soy muy apañada, cuando tengo alguna enfermedad, se me hace crónica.

“No hay que desperdiciar nada, todo sirve” -decía mi abuela.

Pensé que a lo mejor a las mujeres que tenemos problemas con las lágrimas, es simplemente porque ya hemos gastado el cupo que nos correspondía y lo que nos quede de vida todo será maravilloso, por lo que no necesitaremos, ni siquiera, gastar las otras de inferior calidad, aparte de que ya tenemos una edad en la que merecemos solo lo mejor.

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