23 diciembre 2013

Relato Navideño 2013.

Boby saltó de la cama y fue hacia la ventana. Era una fría noche de invierno, había nevado y ahora el cielo, con millones de estrellas, parecía llamarle.

Desde la cama, su mujer, Rosmary, le dijo

-¿Que te pasa, querido ¿no puedes dormir?

-No te preocupes, sigue durmiendo. Voy a salir un momento.

-Pero hace mucho frío, lo que sea ¿no puede esperar hasta mañana?

-Bueno, ya sabes que cuando siento la llamada, tengo que acudir, debe ser algo importante

-Está bien, pero ponte la bufanda, los guantes y, sobre todo, vuelve cuanto antes

-Si, querida, así lo haré. Me llevaré a Frosti, puede serme útil.

Boby era un duende y Frosti su enorme perro. No es que el perro fuera muy grande, tenía un tamaño normal, es que Boby era muy pequeño como correspondía a las gentes de su especie.

Aquella noche había visto una estrella errante y sabía que eso era una señal, solo tenía que seguir el rastro e ir en la misma dirección.

Puso su arnés a Frosti y con todo cariño le dijo que se iban de viaje, luego movió las manos de una forma especial y su perro y él salieron volando a toda velocidad. ¡Allá vamos! -dijo- y hacía tanto frío que las palabras se dibujaron en el cielo convertidas en hielo.

Durante un buen rato siguieron a la estrella hasta que llegaron a una especie de punto de reunión: desde todas las direcciones posibles habían llegado muchos duendes como él y también muchísimas hadas. Todos rodearon a un venerable anciano, vestido de blanco y con un gran sombrero del mismo color. Con una amable sonrisa les dijo:

-Sed bienvenidos, os doy las gracias por haber venido en una noche tan fría de lugares tan lejanos. Desde aquí os guiará otra estrella, seguidla y ¡buen camino!

Uno de los duendes dijo:

-Si, si, gracias, pero no nos has dicho porqué tenemos que seguir a la estrella y qué nos espera al llegar. ¿Qué tenemos que buscar y encontrar?

-Bueno, solo puedo deciros que es algo, mejor dicho, alguien muy importante y que estará encantado de recibiros y daros las gracias por acudir. Tampoco es nada obligatorio, si queréis regresar a vuestras casas está bien.

-¿Todavía está muy lejos?

-No, solo un poco más. Os aseguro que cuando lleguéis os gustará

Todos hablaban unos con otros, pero al final, uno de ellos, dijo:

-Está bien, iremos. Ya que hemos venido hasta aquí, mejor llegar hasta el final y descubrir de qué se trata

-Muy bien -dijo el anciano- que tengáis buen viaje

Y así siguieron guiados por una enrome estrella azul que procuraba ir despacio y brillar mucho para que ningún componente de aquella extraña comitiva se perdiera.

De pronto, la estrella se paró encima de una gran ciudad, tenía muchas casas y muchos templos y un gran palacio. Todos se quedaron un poco cohibidos, estaban acostumbrados a los bosques, a los prados... Uno de ellos, probablemente el más valiente, dijo:

-Esperadme aquí, yo iré a preguntar

Esperaron bastante tiempo, luego el duende regresó y dijo:

-Deprisa, deprisa, vamos. No parecen buena gente y querían encerrarme y tratar de sacarme cualquier tipo de información, menos mal que no sé nada y que pude escapar. ¡Vámonos enseguida!

La estrella seguía allí y esta vez envió un rayo justo al lugar que buscaban.

Esto ya era un terreno más conocido: un campo con ovejas, pastores, perros, todos parecían caminar hacia el mismo lugar y los duendes y las hadas los siguieron hasta una cueva donde una mujer acababa de tener un niño.

Todos hablaban en voz muy baja, no sabían si por no despertar al niño o por oír los cánticos de unos hermosos seres con alas que también habían llegado.

Así que los pastores con sus ovejas y sus perros se fueron acercando y también los duendes y las hadas se pusieron a danzar y sus pequeñas alas también producían sonidos muy bellos y armoniosos.... 

Entonces el niño abrió los ojos y sonrió y todos sintieron algo muy especial como un calorcito en su pecho que los llenaba de alegría y borraba todo el frío y el cansancio del largo viaje y sabían que aquella sonrisa del recién nacido era para cada uno de ellos y tenían la certeza de que esa sensación no les dejaría nunca, aunque vivieran cien años.

Así permanecieron un buen rato, luego salieron de la cueva y en silencio todos se despidieron llenos de buenos deseos, volviendo a sus lugares de origen. Esta vez el viaje fue mucho más rápido porque la misma estrella azul que les había mostrado el camino, hizo como un guiño de luz y, justo antes del amanecer, cada cual se encontró en su hogar.

4 comentarios (+add yours?)

Quiero ser súper famosa dijo...

Es una bella historia muy propia del mes que estamos. Espero que te sea de lo más gratificante y fructífero tu camino por la red. Ya tienes una seguidora más hala!..
¡Que disfrutes de las fiestas navideñas!
Un abrazo.

Unknown dijo...

Un apapoche bien grande para ti Isabel. Soy seguidora desde ya de tu blog. Besazo.

Unknown dijo...

Muchas gracias y felices fiestas para ti también Alba.

Unknown dijo...

Muchas gracias María y no pierdas la costumbre de leerme.

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