22 diciembre 2015

Buena mañana

Me desperté a las 7 menos 10 ¡demasiado temprano!
Volví a mirar el reloj a las 7,15 y luego ya a las 7,30 me levanté y me metí en la ducha.
Me vestí y salí de casa rumbo a la clínica dónde tenían que hacerme un análisis de sangre.

Me recuerda aquellos diarios que nos hacían llevar en el colegio y que todas las mañanas decían casi exactamente lo mismo:
Me levanté, me aseé, desayuné y me fui al colegio.... ¡que poca imaginación! Pero como excusa puede valer que apenas tendría ocho años y que el ambiente era muy poco propicio. Aún utilizábamos unas plumas con rabo muy largo de madera y tinteros, con lo que conseguíamos ponernos perdidas con solo intentar escribir.

Os puedo asegurar que amanece casi exactamente a las 8,30 de la mañana y que Venus todavía permanecía en su lugar.

Como de costumbre: diez minutos para llegar y veinte para conseguir aparcar, que a esas horas pensaba que sería más fácil, pero no.

La enfermera una chica muy joven y agradable.

-Ya que estoy aquí -le dije- me toma la tensión, me pesa y, por favor, que no me duela.

La chica sonrió y me dijo:

-¿Es usted de las que se marea?
-Pues no

Mientras pensaba que soy de las valientes y aguerridas (ésto último nunca supe qué quería decir, pero me suena bien)

La tensión perfecta y el peso (báscula de las antiguas) como ni ella ni yo entendíamos su funcionamiento, pues ¡otro alegrón!

 Y no eran aún ni las nueve de la mañana.

Muy contenta me fui a tomar mi primer desayuno.

Poco después, me dirigí al centro con intención de comprar unos zapatos y pensando que a aquellas tempranas horas no estaría abierto nada, pero sí, justo una zapatería.
Salí de allí con mis zapatos nuevos, mientras pensaba seriamente qué hacer en la hora y media que todavía faltaba para ir a la consulta de la dentista.

Me encanta ver telas de todos los colores y texturas y estaba muy cerca, así que ¿por qué no?: baño de colores tranquilo, intenso y luego, ya que ¡que casualidad, estaba en la misma calle! Pues un descafeinado, con leche desnatada, sacarina y cuatro churros sin azúcar. Segundo desayuno.

En el dentista me atendieron un cuarto de hora antes de lo previsto. Odio las limpiezas bucales pero decidí que todo sería rápido, sencillo, indoloro. Anestesia con sabor a fresa... y en menos de media hora:

-Ya sabe, cambie el cepillo de dientes, siga el tratamiento y vuelva a una revisión dentro de un mes
Casi saltando de alegría, respondí:

-Dentro de un mes estaré de viaje y no regresaré hasta primeros de mayo
Mientras pensaba: “Ah, que bien, seré libre de “tortura” bucal, hasta dentro de seis meses por lo menos”.

De regreso pasé por el supermercado dónde hoy tenían pan integral con semillas
y en la farmacia me volví a pesar y tenía mi peso de costumbre ¡Ay! (suspiré), pero durante tres horas había disfrutado de ser mucho más esbelta.

Hoy la comida la hará uno de mis hijos ¡Otra bendición!.

Moraleja:
Pase lo que pase, todo depende de cómo te lo tomes y yo hoy he decidido que todo es estupendo, divertido, magnífico y ¡hala!, os dejo que me copiéis.

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