14 mayo 2015

Tengo una casita

Tengo una casita blanca con tejado rojo y muchas habitaciones, cada una de un color. Son tantas habitaciones como días de la semana.

Una habitación blanca, blanca como la Luna con una cama blanca y en el cabezal pintado el mar de plata cuando la Luna lo mira y asomada a la ventana lo baña todo de luz. Sábanas blancas rematadas de puntillas de finos hilos tejidas. Hilos como pensamientos que convergen. Lámparas con pantallas de papel con dibujos de montañas coronadas de nieve y gaviotas, que vuelan tan alto, que sobrevuelan las nieves. Sobre la mesilla un vaso lleno de leche caliente. Ya viene el sueño, ya viene. El despertar será blanco para que algo nuevo empiece.

Naranjas de invierno, grandes, en un frutero de cristal. Recobraremos la energía para cualquier trabajo poder terminar. Las paredes, anaranjadas, están a medio pintar ¿te apetece?. Tal vez peces en un mar imaginario rojo coral o frutales en un huerto. ¿Qué se te ocurre, que más podrías pintar? Una mesita redonda cubierta con un mantel lleno de flores rojas cortinas haciendo juego muchos cacharros de cobre y cucharas para hacerlos sonar. Junto a la pared, cojines y esteras enrolladas por si en la hora del atardecer te apetece descansar. Un armario muy grande para guardar las penas y así la alegría poder recobrar.

Verde, verde, todo verde. Un invernadero con paredes de cristal y muchas plantas. Tazas de porcelana en una alacena antigua decoradas con hojas infusiones humeantes: vapor de manzanilla menta o eucalipto perfumando el lugar. Cuidar un minúsculo jardín plantar una semilla y esperar que crezca. Prensar hojas y flores entre las páginas de un libro. Podar, regar, sacar esquejes. Colgar ramilletes frescos para que sequen oler todos los aromas que nos envuelven. Sentir que somos una semilla muy pequeña y luego ir creciendo, estirándonos buscando el sol agradeciendo la lluvia bailando en el viento. El verde debería ser nuestro lugar natural.

Azul de cielo y azul profundo de mar. Montañas azules y nubes blancas blancas velas en la mar. Montones de sal, caracolas. Trepar hasta aquella nube lejana hasta la cima de la montaña llegar y poner una bandera: ¡ Hay que encontrar la Paz! Mejor que una cama un sofá muy blandito para descansar. Sedas en muchos tonos azules como olas para navegar. Una ventana redonda. Una esquina con mosaicos y copas azul cobalto de muchas formas distintas. La voluntad de hacer algo. Primero la voluntad y enseguida comenzar. Echar fuera un sonido ¡FUERA! Y encontrar otro con el que poder conectar. Azul profundo, con todo el Universo poder hablar.


Una sala toda rosa para poder jugar. Algodón de azúcar. Paredes acolchadas, suelo mullido y allí tumbados recordar cosas felices. Cintas, telas y lanas, recortables, cientos de peluches, casas de muñecas… y crear, mirando al techo, aquello que no pudimos lograr. Ahora, así, es posible. El calor de un brasero bajo las faldas de una mesa camilla, cortinas con volantes y muchos lazos. Las canciones de la abuela olvidadas hace tiempo una mecedora magnífica, móviles con melodías muy suaves, cajitas de música. Una voz femenina muy agradable que dice: “Te amo, te amo ahora y antes, cuando eras más pequeño y antes, cuando aún estabas en mi seno.”Acurrucarse bajo una suave mantilla dejando que nos venza el sueño.

Como el alba en un día claro. Paredes en malva y el techo blanco. Una habitación vacía solo un biombo ocultando una esquina ¿Qué habrá en el otro lado? Tal vez un espejo muy grande al que enfrentarnos disimulado tras una pared de corcho blanco que deberemos romper con toda la fuerza para poder encontrar nuestro propio reflejo. Una caja muy pequeña donde encerrar un gran dragón o un dragón pequeñito. Una botella vacía para apresar al genio durante mil años dormido pero no muerto. O mejor, darles la libertad, dejarlos volar.

Hilos invisibles sujetan esferas de oro con una distribución perfectamente estudiada pero nosotros podemos cambiarla mientras dejamos que círculos concéntricos salidos de nuestro interior vayan creciendo, creciendo hasta que sea tan fuerte el resplandor que nos oculte y solo seamos luz ¿Seremos capaces de darle a alguien una chispa de esa gran luz? Somos herederos del Sol y nuestro propio sol ha sido puesto al descubierto. Sentados en el suelo, relajados, con la espalda derecha, oyendo una bella melodía ¿Estamos dispuestos a escuchar? Coronas y anillos, capas doradas sacos enteros de monedas y oro en polvo. ¿Qué haremos con tanta riqueza?. Es toda nuestra.Una ventana grande orientada al mediodía hará que coincidan los rayos del Sol con nuestro pequeño sol.

Podría ser una casa encantada podría ser que existiera en cualquier parte podría ser que yo la hubiera creado en este instante y, desde ahora, sirviera para curar todos los males.

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