07 enero 2015

La niña de la nariz roja

Primer domingo del año: 4 de enero de 2015

Cuando me levanto en estas mañanas heladas y veo las ventanas siempre me producen la impresión de vivir dentro de una pecera, pero que apenas deja vislumbrar el exterior. Pequeños ríos de agua, gotas blancas de escarcha y al fondo el resplandor del sol que al menos anima y hace brillar todo a su alrededor.

“Hoy escribiré uno de los cuentos más bellos del mundo” -es, desde hace años, una de mis frases favoritas- Logro utópico, casi imposible ya que todas las culturas, las tradiciones de este planeta tienen hermosos cuentos surgidos de la tradición oral. Pero, como dice una frase que me hace mucha gracia: “Para los imposibles tardamos un poco más.”

No es sentarse y ya. Las ideas, las emociones, todo lo que nos rodea está ahí, esperando que las saquemos a la luz, escondidas en algún pequeño rincón caótico y a lo mejor ni siquiera quieren que les demos un orden, argumento o construyamos con ellas algo. Pero entrar en ese lugar siempre merece la pena.

Ahora hace un año que mi hijo menor creó este blog: Heroína de gelatina lo cual le agradezco mucho porque voy vertiendo ahí mis “cosas”. Tal vez no con demasiada frecuencia, él por ejemplo escribe casi a diario en el suyo, yo soy más de cuando me siento inspirada, cuando surge...

A veces resulta casi increíble porque son ellas, las ideas, las que me empujan a que las pase al ordenador y la historia resulta casi al dictado, como si tuvieran vida propia y lo único que hago es plasmarlo. Otras veces se bloquean, se paran, puedo tirar por varios caminos distintos... Sea como sea ahí quedan.

En esa fecha también explicaba un poco lo que quería decir Heroína de gelatina. Todo va cambiando, se transforma y ahora, un año después, a punto de emprender otro largo viaje, me siento más como La niña de la nariz roja. Una buena amiga me regaló una y descubrí que en cuanto me la pongo entro en la personalidad de una niña de cinco años mas o menos, hablo como tal, me muevo y he creado pequeños monólogos para distintas ideas. Mis “ataques de timidez” han remitido porque me siento feliz metida dentro del papel. Así que esta vez además de mi maleta llena de ilusiones, que sigue acompañándome, también llevo una nariz roja, tratando que los demás se metan también en su papel de niñ@s y lo disfruten al máximo.

Ahí va uno que os resultará “conocido”

Hola. Mi mamá siempre me cuenta muchos cuentos y no sé si es que ella se equivoca a veces al contarlos o yo que mezclo unos con otros

Este es el cuento de Caperucita Roja (mas o menos). Sí, ese que la mamá le dice:

Tienes que llevarle a la abuelita esta cesta con comida porque está enferma y no puede salir de casa. Lleva cuidado en el bosque porque dicen que hay un lobo muy malo.

Hace un día muy bueno y voy por el bosque muy contenta. En esto veo una señora algo rara que sale de detrás de un árbol, va vestida de negro y lleva un gorro puntiagudo. Me dice:

-Mira, tengo estas manzanas tan preciosas ¿quieres una?

-Ah, pues vale. Le doy un mordisco y me desmayó. ¡plumba!

En esto viene un lobo, me huele, me lame la cara, pero nada.... así que se va corriendo a avisar a los enanos que viven cerca. Llegan, me tocan, tratan de reanimarme, pero nada. Me llevan con ellos y me colocan en una urna con tapa de cristal.

Al poco llega un príncipe blanco en un caballo azul ¿o es al revés?. El caso es que se baja, me ve y piensa que soy muy hermosa y me da un beso. Yo despierto de golpe y pienso que el chico está muy bien.

Nos vamos juntos subidos a su caballo, pero al rato me doy cuenta de que tengo que llevar la cesta a casa de la abuelita y le digo:

-Oye, tenemos que volver. Pero él, muy enfadado me dice:

-¡Ni hablar, con lo que cuesta mantener un caballo, no pienso regresar, además está muy lejos, no tienes ni idea!

-Ah, pero tú no decías que me querías...

Y entonces al príncipe o lo que fuera empezó a crecerle la nariz mucho, mucho.

-Vale, ya entiendo. Pues por lo menos para el caballo que me bajo

Así que me puse a caminar y de pronto apareció el lobo, que era grande, oscuro y feo, feo, feísimo, pero muy bueno porque me había salvado la vida y pensé que era mejor quedarme con él que con aquel presumido del caballo azul.

Bueno, espero que os haya gustado el cuento. Hasta otro momento.

Y también, claro, que podáis contactar con vuestro niñ@ interno y seáis muy felices, espontáneos, alegres.....

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