24 agosto 2014

Desayuno - Serie de relatos (V)

26 de Octubre, eso de: a las 3 de la madrugada deberán atrasar los relojes una hora.

A pesar de que había quitado la alarma del despertador, a las 8 de antes, las 7 de la mañana de ahora, estaba ya muy despierta y tenía dos opciones: continuar en la cama (nada interesante que hacer) o tomar un lento y apetitoso desayuno, mientras veía amanecer.

Ganó la segunda opción, claro, y me puse a ello. Podía ir mas despacio que de costumbre, una porque era domingo y otra porque disponía de una hora extra !Que amables al devolvernos ese tiempo que nos habían quitado a finales de marzo!. Bien: té descafeinado con un chorrito de leche de soja, pan de centeno comprado ayer en la feria de Vilanova de Cerveira (Portugal) untado con margarina baja en grasa y mermelada sin azúcar añadido. Menos mal que estaba disfrutando realmente, primero del resplandor dorado y luego del tenue color azul y las nubes rosadas, que podía ver desde la ventana, porque pensé que, a determinada edad, dejamos de tomar sal, azúcar, grasas, proteínas, excesivos hidratos de carbono.... y pasamos a consumir complementos alimentarios, como dicen en las etiquetas, que nos ayudan a bajar el colesterol, reducir la glucosa, vitaminas para poder soportar la carga otoñal y todo el mundo lleva en el bolso tortitas de arroz o maíz, que solo contienen 27 calorías cada una.

No me voy a extender en comentarios, pero recuerdo una escena de una película,

en la que, cuando los ancianos esquimales perdían los dientes, alguien de su familia, generalmente una hija, masticaba por ellos la comida de la que disponían, y se la pasaban, ya triturada, para que pudieran alimentarse. Igual que hacen las aves con sus crías.

!Y nosotros con tantas historias!

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