07 agosto 2016
Conversaciones con Briel - El origen
Se
alegró mucho de verme. Hacía años que yo, apenas sin despedirme,
me alejé. Había sido una estrecha relación cuando él era todavía
un potrillo.
Pienso
que nos llevábamos tan bien porque yo era muy curiosa y Briel (así
le puse de nombre) estaba dispuesto a descubrir el Universo entero.
Era
muy fiel. Solía llamarlo siempre sobre las doce de la mañana y
durante todo aquel tiempo acudió puntualmente a mi llamada. En
cuanto llegaba, me subía sobre su lomo, él desplegaba sus hermosas
alas y ascendíamos hacia lugares desconocidos para mí.
Sentía
que era feliz volando conmigo y antes de emprender el viaje, se
dirigía a un lugar dónde las nubes eran muy densas formando como
una columna, allí se detenía y muy atento escuchaba las
indicaciones.
Ahora
ya era adulto. Restregó su cabeza contra mí mientras acariciaba su
cabeza. Me dijo:
-Me
alegro mucho que me hayas llamado. Ya veo que estás muy bien
¿Quieres que demos un paseo?
-Por
supuesto, ¿adonde me llevarás esta vez?
-Tengo
una gran sorpresa para ti
-Estupendo
Subí
a su lomo. Se había convertido en un ser grande, bello y sentí una
alegría muy profunda.
-¿Recuerdas
todo esto? -me dijo
-La
verdad es que se me había olvidado casi por completo.
Volábamos
sobre un bosque poblado por grandes árboles y atravesado por un
caudaloso río
-Agárrate
fuerte, estamos descendiendo.
Y,
poco más allá nos posamos suavemente sobre una gran pradera
-Te
presentaré a mi familia.
Al
vernos se acercaron: una hermosa hembra toda blanca y dos potrillos
iguales a Briel pero de un tono azul mucho más claro.
-Ven,
querida, no seas tímida. Esta es Rina -me dijo. Los pequeños se
llaman Arcus y Miena. La señora es Marta.
Como
si me conocieran de siempre, Rina me miró con sus grandes ojos
llenos de ternura y bajando la cabeza dejó que la acariciara,
mientras los chicos saltaban y corrían a nuestro alrededor muy
contentos.
-Ya
ves -continuó Briel- un lugar perfecto para criar a la familia. Por
supuesto, esta es tu casa, puedes venir cuando quieras.
-Muchas
gracias.
Rina
frotó su hocico con el de su pareja y le dijo:
-¿La
señora sabe nuestra historia?
-Pues,
la verdad, creo que nunca se la conté. Marta ¿crees que tendrás
tiempo? La verdad es que merece la pena que la sepas
-Sí,
claro
-Ven,
al lado de aquel árbol, podrás sentarte y estarás mucho más
cómoda.
Una
vez acomodados, comenzó su historia.
-Se
trata del origen de nuestra especie que comenzó con uno de mis
abuelos y se remonta a unas diez generaciones antes de la nuestra.
Cuando me pusiste mi nombre me sentí muy complacido porque, aunque
tú no lo sabías, era el mismo de ese abuelo.
Cuando
nací, todos le decían a mi madre que mi parecido con mi antepasado
era enorme y ella decidió ponerme el mismo nombre.
Desde
que era un potrillo se distinguía mucho de los demás el color de su
piel era de un azul profundo, excepto la cola y las crines de un tono
más claro.
Así
que pronto le hicieron el vacío porque además tenía un carácter
muy fuerte y le gustaba estar solo.
En
los atardeceres, cuando el sol estaba a punto de ponerse, le gustaba
subir a lo alto de una loma y se quedaba allí hasta que el cielo se
volvía malva e iba oscureciendo.
Tenía
una amiga que casi siempre lo acompañaba. No hablaban, solo estaban
allí contemplando como el gran astro desaparecía.
Fueron
pasando los años y cuando ya tuvieron edad de aparearse, Ralia se
dio cuenta que él estaba muy triste y le preguntó qué le pasaba:
-Durante
todos estos años, siempre he sentido lo mismo que siento ahora: como
una gran nostalgia por no pertenecer a este lugar. Lo que más deseo
en mi vida es poder volar. Desde aquí, abrir mis alas y desplazarme
por el aire, donde quiera
que
me lleve el viento.
-Tal
vez puedas conseguirlo. Me han dicho que cuando Señora Luna brilla
en el cielo en todo su esplendor, a veces pueden conseguirse cosas
que parecen imposibles.
Pasó
el tiempo preciso y Ralia tuvo dos preciosos potrillos y en una noche
de luna llena, sintieron algo especial y vieron cono una gran dama se
dirigía hacia todas las yeguas recién paridas, dándoles su
aprobación con una gran sonrisa.
Cuando
se aproximó a Ralia, ella se atrevió y le dijo:
-Este
es Briel y el deseo más fuerte de su corazón es poder volar.
Señora
Luna acarició a los potrillos y luego se paró junto a Briel y le
dijo:
-Veo
que tienes un corazón noble y puro, eres digno de poder volar.
Cuando te salgan las alas, deberás irte con tu familia. Guíate por
tu instinto, yo te ayudaré, y te instalarás en el lugar más
hermoso que hayas visto jamás.
Pasaron
algunos meses. Los pequeños estaban muy hermosos, sanos y siempre
tenían ganas de trotar. Y una noche de luna llena, las alas de Briel
se desplegaron y su primer vuelo fue para agradecer a Señora Luna
por aquello que seseaba tanto.
Cuando
regresó, Ralia lo estaba esperando:
-Mira,
querido, yo también tengo alas y los potrillos también.
Todos
juntos se elevaron, luego aterrizaron para dormir un poco y al
amanecer emprendieron el viaje hacia este lugar.
Así
empezó todo y lo mejor fue que, a partir de ese momento, algunos
caballos ya nacían con alas. No todos, solo los que tenían el
corazón noble y puro.
Marta
estaba muy emocionada, abrazó a Briel y le dijo:
-Es
una gran historia y te agradezco mucho que me la hayas contado. Ahora
ya debo regresar a mi casa, pero te aseguro que, si quieres, te
llamaré más a menudo y podrás llevarme a los lugares que quieras,
para que yo también pueda conocerlos.
-Por
supuesto, será un honor. Sube, te llevaré de regreso a tu hogar.
-Muchas
gracias, Briel
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