20 agosto 2016
Conversaciones con Briel (2) - El manantial
Mi
pegaso precioso, las doce en punto y ya está esperándome, lo abrazo
y se inclina para que pueda subirme a su lomo.
-¿Dónde
me llevarás hoy?
-Justo
al lugar que necesitas
-¿Y
cómo sabes eso?
-Estamos
conectados en nuestro corazón. Conozco muy bien tus emociones y
hasta siento lo que te duele porque también me duele a mí.
Vamos,
el Caminante del Cielo es quien hoy me ha marcado la ruta que debo
seguir. Está muy cerca.
Subimos
trazando una espiral muy amplia y luego sigue avanzando casi en línea
recta. Aterriza en un pequeño claro en un bosque con gran variedad
de especies de árboles y plantas.
Es
un lugar muy parecido al que Briel vive con su familia.
-Baja,
tendrás que caminar un poco pero te acompañaré. Disfruta del
camino, del día, del canto de los pájaros ¿los oyes?. Pues presta
mucha atención porque cuando escuches el rumor del agua habremos
llegado.
Poco
después, efectivamente, oí el sonido, pensé que se trataba de un
riachuelo, pero no, era una fuente que, encima del caño, tenía la
figura de un ángel tallada en piedra rosada.
-Este
es el manantial más puro que existe. Bebe en abundancia, lava tu
cara, tus manos, tus pies. Pide que se limpien tus sentimientos de
manera que solo queden los de Amor y profunda Alegría.
Briel,
como para demostrarme cómo se hacía, metió la cabeza, bebió...
-Te
esperaré allí, debajo de aquel abedul. Ya sabes que no tengo prisa,
así que tómate el tiempo que necesites.
Bebí,
metí las manos y me lavé la cara, me descalcé y metí los pies y
entonces, de ellos empezó a salir un líquido espeso y oscuro.
Briel
debió sentir mi aprensión y se acercó a mí.
-No
te asustes: deja que salga todo eso
Seguía
saliendo y me hacía sentir muy intranquila. De pronto, paró y
cuando, aliviada, creí que ya había concluido, salió una enorme
serpiente negra con manchas que apenas se distinguían porque también
eran muy oscuras. Grité y grité, pero me mantuve inmóvil temiendo
que aquel bicho me atacara. Pero no pasó nada, mansamente se deslizó
por la hierba.
-Sé
-dijo Briel- que has pensado en matarla, pero piensa que la muerte
nunca es la solución. Es cierto que yo, con mis pesados cascos, la
hubiera eliminado en un momento, pero entonces me habrías cargado
con una responsabilidad que es solamente tuya.
Piensa
que has recibido un gran regalo al expulsarla de tu interior. Ya no
podrá hacerte ningún daño. Ahora deberás elegir: ¿prefieres que
siga libre su camino o te gustaría que se transformara en algo
“agradable”?
Me
quedé pensando en todo lo que había pasado y mis lágrimas,
mansamente corrieron por mis mejillas.
Le
dije a mi compañero:
-Si
la dejo libre quizás entre en otra persona, creo que prefiero que se
transforme en algo. ¿Estamos en tu dimensión, la de las cosas
mágicas?
-Sí,
claro
Volví
de nuevo a lavarme los pies, las manos, la cara. Luego, cerré los
ojos y dije en voz alta:
-Que
la serpiente se transforme en varias flores de loto.
Abrí
los ojos y vi asombrada que en el pequeño charco que se formaba
dónde caía el agua, había cuatro lotos blancos y en el centro otro
color magenta. El ángel que protegía la fuente sonrió dándome su
aprobación.
-Ya
puedes llevarme a casa Briel. Muchas gracias por traerme hasta aquí
y por acompañarme y darme sabios consejos. Me he quedado muy
intrigada, así que, otro día me contarás quien es El Caminante del
Cielo.
-Por
supuesto, con mucho gusto.
Subí
a su lomo y durante el regreso fuimos en silencio, pero sentí que
estaba mucho mejor y abracé con fuerza a mi compañero.
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